Carlos GIL I Analista cultural
Burofax
Ahora nos vemos en facebook, que es la mejor manera de aislarse en compañía. La tecnología secunda a la costumbre social, mientras el arte se confunde con la vida como un forjado con arabescos parece un circunloquio narrativo metalizado. Las redes sociales se empeñan en reducirnos a ciento cuarenta caracteres. Dos cedillas sin arpegio, o un jeté y un relevé con la barra cuadrada no se pueden expresar más que con un verso suelto. Sin contextualización las frases ligeras de pancarta se fosilizan como eslóganes polisémicos que sirven para ilustrar cualquier idea. Quizás una buena cosecha de palíndromos nos socorriera, como un buchito de agua nos ayuda a sobrellevar la cuesta del Gólgota diario de la rutina.
Ahora canto. Ahora cruz. Ahora bailo, siempre a contraluz. Una etología funcional nos sitúa al borde mismo de la escalada en vertical de la cadena trófica. Sin aditivos la existencia sería una expresión orgánica basal intrascendente y zombi. Una simple reiteración viral de la genética y sus consecuencias. Una estrategia daltónica y anodina de supervivencia.