¿A qué se refiere cuando dice que Europa niega la heterogeneidad de su población?

Hay diferentes niveles. Una es la regionalidad. Reconocer las diferencias culturales, históricas o económicas entre las regiones sería algo útil. Pueden darse pasos para obtener más descentralización, más autonomía, que pueden generar mayor desarrollo, tal y como saben los vascos. En el nivel supranacional, por ejemplo Europa, hay que tener claro que las regiones son diferentes las unas de otra, lo cual no se visualiza en ocasiones.

No sólo los países ricos como Alemania o Francia tienen que estar ahí. Si hay regiones que son muy diferentes, tanto política como económicamente, qué instituciones tenemos que permitan expresarlo. No nos organizamos de manera que tome en cuenta las preferencias de los votantes.

De la misma manera que en el pasado no se preguntó, por ejemplo, a los vascos o a los catalanes, si estaban de acuerdo con las fronteras estatales españolas, ahora ocurre lo mismo en Europa. No se está preguntando sobre el euro, sobre las transferencias. Quizás ni siquiera se han explicado los beneficios, que son muchos, aunque en algunos momentos tengamos que ir a pactos de estabilidad o de finanzas.

Quienes niegan el derecho de autodeterminación a Euskal Herria argumentan que este país no tendría futuro económico en un contexto europeo.

No creo que sea una forma correcta de analizar la situación. Si Euskal Herria fuese independiente y se integrase plenamente en Europa y en la economía global, podría ser viable. Para eso necesitas dos cosas: una apertura hacia el comercio internacional que conlleve la movilidad de trabajadores y capital, y algunos bienes básicos que sean provistos por los poderes públicos. Por ejemplo, la defensa. Si de repente se declarase una guerra, los países pequeños lo tienen más difícil para sobrevivir. Pero, de todos modos, puedes proveerte de todo esto a través de alianzas. Puedes ser parte de la Unión Europea, que te aporta una moneda y un mercado común. Hay pequeños países que ya existen en Europa.

Aunque luego también están los costes. Cómo negocias con el Estado español. Aunque la clave está en que las decisiones se tomen pacífica y democráticamente. Incluso los cambios territoriales. Deberíamos de quitarnos el tabú de que las fronteras o las instituciones no pueden cambiar. Se puede, siempre que se haga desde el consenso y la democracia. Además, siempre se pueden encontrar soluciones creativas.

¿Los pequeños estados tienen más posibilidades de afrontar la situación de crisis que los grandes?

No diría que ser un país pequeño es mejor que ser uno grande. Hay costes y beneficios para ambos. Si hablamos sobre la crisis económica, nos encontramos que las pequeñas naciones tienen unos beneficios específicos: la tendencia a mantenerse abiertos, a no poner barreras que prevengan los intercambios. Otra ventaja es que los políticos pueden estar más cerca de las preferencias de la población, por lo que es más fácil modificar los impuestos o la distribución.

En un país grande siempre te van a decir que tienes que pagar el déficit a pesar de encontrarte en una ciudad lejana, como en el caso de Barcelona y Andalucía. Si tienes que centrarte solo en Catalunya, es más fácil, porque la gente tiene la naturaleza de favorecer más a la gente que tiene a su alrededor. Es más fácil la redistribución en sociedades homogéneas.

También existen desventajas.

Si mencionamos los costes, hablaríamos de que, a la hora de negociar con otras instituciones, como la Unión Europea, tu voz es más pequeña. El estado francés o Alemania tienen un gran poder en Europa o en el FMI. Aunque esto puede solucionarse a través de las alianzas.

Las dificultades económicas por las que atraviesa Europa pueden llevarla a cambiar de un modelo de Unión de Estados a una alianza entre territorios?

Puede. Esta sería mi inclinación. Cuando piensas en transferencias, en impuestos, todo aquello que el ciudadano perciba que toma en cuenta su opinión es positivo. En un punto democrático, no es solo preguntar al gobierno electo, sino también región por región.