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Militares acusan a Saleh de alentar un ataque de Al Qaeda

Supuestos milicianos de Al Qaeda tomaron a primera hora de ayer la ciudad sureña de Zinjibar, al que efectivos militares respondieron contundentemente provocando la muerte de varias personas. Militares sublevados aseguran, sin embargo, que todo ha sido una estratagema del propio presidente para recabar apoyos dela comunidad internacional. Mientras, en Sanaá, grupos tribales dieron por finalizado el encierro en las sedes oficiales tras llegar a un acuerdo con el Gobierno.

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Al presidente yemení, Alí Abdalla Saleh, le aumentan los enemigos cada día que pasa. Ayer tomó la palabra el sector del Ejército que ha decidido sublevarse contra el jefe de Estado, que llamó a sus compañeros ha sumarse a las protestas anti-gubernamentales y dar la espalda a Saleh. «Os pedimos que no sigáis las órdenes de enfrentaros a otras unidades militares y al pueblo», solicitó el general Abdulá Alí Aleiwa, el que fuera ministro de Defensa del régimen. El general acuso al régimen de intentar acallar sus protestas y convocó a las unidades que siguen siendo fieles al jefe de Estado a «unirse a la batalla final».

Del mismo modo, los militares opositores aprovecharon la ocasión para acusar al presidente yemení de dejar las provincias del sur en manos de «grupos terroristas», y obtener, mediante una incursión premeditada contra esa toma, el reconocimiento de la comunidad internacional.

Aleiwa quiso hacer así referencia a lo ocurrido ayer en la ciudad costera de Zinjibar, que desde primera hora de la mañana permanecía tomada por cerca de 300 supuestos miembros del grupo Al Qaeda. Los milicianos tomaron las bases clave para hacerse con el control de la ciudad, desde sedes de la Policía hasta oficinas del Gobierno local, después de librar varios combates en los que murieron 23 personas.

Tras la ocupación, el Ejército yemení llevó a cabo una «operación de limpieza», tras el que fallecieron al menos cinco personas y provocó el desplazamiento de miles de habitantes al puerto de Adén, a unos 60 kilómetros al suroeste de Zinjibar.

El propio Saleh afirmó recientemente que la seguridad del país correría grave peligro si provincias del sur caían en manos de Al Qaeda; eso le ha llevado a pensar al general Aleiwa que ese suceso fue ideado por el propio presidente yemení, con el único fin de mostrar «su firme lucha contra los saboteadores» y poder seguir gozando de un apoyo internacional.

Cuatro muertos en Taez

Sin embargo, los de Zinjibar no fueron los únicos altercados ocurridos ayer, ya que la ofensiva lanzada por el Ejército yemení contra los manifestantes de la localidad sureña de Taez que protestaban por el arresto de un activista causó la muerte de cuatro manifestantes y heridas a decenas. Mientras los enfrentamientos se sucedían en el sur, en la capital, Sana'a, se respiraba ayer cierto aire de normalidad gracias a un acuerdo alcanzado entre el régimen y grupos de milicianos tribales.

Seguidores del influyente jeque opositor Sadeq Abdalá al Ahmar permanecían encerrados desde principios de semana en varios edificios oficiales de la capital, después de la negativa del jefe de Estado por tercera vez consecutiva a firmar una iniciativa presentada por el Consejo de Cooperación del Golfo, que contemplaba la renuncia al poder del mandatario para poner fin a la crisis que atraviesa el país. Los enfrentamientos han causado más de 100 muertos durante toda la semana.

El mismo Al Ahmar dio ayer a conocer los detalles del acuerdo entre las partes, tras la cual dieron por finalizado el encierro en los edificios del Ministerio de Administración Local, Turismo y Comercio; el jeque tribal aseguró que el régimen se había comprometido a retirar los efectivos militares del barrio de Al Hasaba, donde se encuentra su complejo residencial, escenario de altercados que dieron lugar a la destrucción de varias viviendas. «El Gobierno atacó nuestras casas, nosotros no hemos hecho nada más que defendernos», reiteró Al Ahmar tras el desalojo.

Balas perdidas matan a siete personas en Siria

Las revueltas en Siria suben de tono día a día, y desde que comenzaron las protestas el pasado 15 de marzo, ya han muerto más de mil personas, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Ayer, concretamente, fallecieron siete civiles por causa de balas perdidas en los enfrentamientos; seis de ellas fallecieron por impacto de bala en la localidad de Talbisa, y la séptima, una niña de corta edad, falleció por las mismas causas cuando viajaba en autobús en la ciudad de Al Roston.

No obstante, el grupo opositor Sham denunció que los heridos se contaban por centenares en la localidad de Talbisa, donde las fuerzas de seguridad fueron casa por casa deteniendo a supuestos alborotadores. Varios altercados también tuvieron lugar en Al Roston, donde los disparos aún se oían al anochecer.

También ayer, en la localidad de Duma, a las afueras de la capital, Damasco, se oficiaron los funerales por el joven de 13 años que falleció, según los opositores, por las torturas sufridas a manos de las fuerzas de seguridad; según relatan estas fuentes, al joven lo arrestaron el 29 de abril, y tras propinarle «un trato inhumano», entregaron su cuerpo a su familia el pasado viernes. El joven Hamza Ali al Jatib es considerado ya un mártir de la causa siria, por el se han organizado varias manifestaciones para denunciar su caso.

El grupo opositor Revolución Siria, por su parte, ha convocado para hoy «el día internacional de la quema de fotos del asesino», con el que llaman a incendiar los retratos de las personas que instigan a «la represión y opresión del pueblo sirio». GARA

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