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Iñaki URDANIBIA Doctor en Filosofía

A más hormigón...

...más comisión, y ahí se les ve a todos poniendo el grito en el cielo, en un totuum revolutum indistinto, los de derecha y los de supuesta izquierda; los negocios son los negocios y éstos no se pueden detener por unos irresponsables cuyo programa no es más que pura demagogia y populismo barato. ¿Que van a frenar la alta velocidad del tren? Ni hablar de peluquín. ¿Que el medio superpuerto no se va a construir? Que te crees tú eso. ¿Que quieren impedir la construcción de incineradoras haciendo participar a los ciudadanos en la recogida selectiva de basuras...? Eso es pura autogestión y no se puede permitir, pues así se empieza y vaya usted a saber cómo se acaba. ¿Que los impuestos van a gravar al que más tiene y que los servicios sociales se van a ampliar a quienes realmente lo necesitan...? Lo que faltaba; sería paralizar el país, sobre todo el país de los que dominan la pela y los resortes que hacen que ésta siga perteneciendo en exclusiva a sus poseedores. En su descaro casi podría verse uno tentado a decir que casi la autonomía de la política se impone sobre la economía, y valga como ejemplo que ante unas declaraciones respetuosas del responsable de Adegi, al poco le hacen rectificar llamando encarecidamente a la responsabilidad; así pues, casi son los políticos quienes reclaman airadamente que siga el negocio y tratan de convencer a la patronal para que así ambos colectivos puedan continuar contentos: yo te dejo -haciendo de mamporrero- y tú me pagas el favor. Uno puede imaginarse la conversación mantenida: los políticos diciendo: «¿Qué queréis, ver paralizados vuestros negocios? Estos descamisados son capaces de paralizar la economía del país con sus chirenadas. Comprended que con nosotros no os iba mal, ya que tenéis plena confianza y apoyo absolutamente ventajoso de las instituciones. Daos cuenta de que con ellos la cosa no iba a ser así; menos obras, menos contratos, menos hormigón, luego menos beneficios. ¿Eso es lo que queréis?

Me temo así que se esté fraguando un «golpe de estado» postelectoral que suplante la voluntad popular; a nivel micro, me vienen al recuerdo las drásticas medidas para poner freno a la soberanía popular en la medida que un gobierno toca la cartera de los poseedores de ella: baste recordar a Salvador Allende, o los intentos de derrocar a Chávez, o... Para estos señores «demócratas» consumados de toda la vida, los votos están bien siempre que salgan a su favor y siempre que sirvan para gestionar los negocios de los dueños de éstos, que de paso, al favorecerles, siempre se puede sacar algún sobresueldo, que tal como están las cosas y con el tren de vida al que nos han acostumbrado, siempre viene bien.

Esto puede parecer absolutamente normal en partidos que no ocultan su derechismo y sus abiertas complicidades con el capital, partidos de negocios vascos, mas resulta más sorprendente en partidos que se reclaman desde sus mismas siglas (cada vez más claro que sólo en ello) de la izquierda, del progresismo, del socialismo, etc.

En poco tiempo se sabrá cómo se resuelve la incógnita planteada por el inesperado subidón de Bildu, de la plebe, que les ha pillado, a los patricios, a la gente guapa y de orden, pues... eso y sin papel (¡toma ola de energía ciudadana!). Mientras esperamos, yo propongo que ustedes hagan juego; yo, nada dado a éstos, estoy dispuesto a apostar a que los resultados de las urnas le son birlados a Bildu. Baietz...!

P. S.: Si lo que antecede parece un panfleto, me agarraré a lo que me solía decir un amigo, Luis Núñez: es que la realidad de hecho se parece bastante a un panfleto.

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