«Soy el general Mladic y mi único delito es defender a mi pueblo y a mi país»
En su primera comparecencia ante el tribunal que le juzgará en La Haya, Mladic apeló a su «grave enfermedad», lo que no le impidió mostrarse desafiante y rechazar los graves cargos que se le imputan, que tildó de «odiosos» para reivindicar su figura y sus galones.
GARA | LA HAYA
«Carnicero». «monstruo», le acusan desde el público seis madres de Srebrenica, que asisten a la comparecencia de Mladic. Él no les oye. Les separan vidrios aislantes.
Cuando entran en la sala los tres jueces, el general intenta levantarse. Dos guardias le ayudan a enderezarse y les brinda un saludo militar, con la mano izquierda levantada.
Tras escuchar impasible sus derechos y en plena lectura de la larga lista de cargos contra él, Mladic advierte de que está «muy enfermo» y de que necesitará «al menos dos meses» para leer y entender las acusaciones. Ello no le impide negar con la cabeza a medida que excucha los cargos, que no duda en tachar de «odiosos». Dos madres de Srebrenica rompen a llorar al oir el nombre de su localidad durante la lectura del acta.
En atención a su salud
Mladic se niega a elegir entre declararse cukpable o no culpable. En atención a su estado de salud, los jueces fijan una segunda comparecencia para el 4 de julio y acceden a que la vista siga a puerta semicerrada: el público puede ver lo que ocurre pero no escuchar el intercambio entre el acusado y el juez holandés Alphons Orie.
Y la actitud de Mladic cambia. Ya no es, o no lo aparenta, el septuagenario aquejado de una larga lista de enfermedades. Mientras el público habla en voz baja, Mladic hace gestos ostentosos en dirección al juez y mueve enérgico los brazos.
Justo al final de la audiencia, y cuando el juez le pregunta si tiene algo que añadir, el acusado se vuelve a la derecha, hacia la zona del público, y clama con voz segura: «Soy el general Mladic y todo el mundo sabe quién soy yo (...) Defendí a mi país y no maté ni a croatas ni a musulmanes (bosnios) en cuanto tales. Quiero vivir para ver que vuelvo a ser un hombre libre y estoy defendiendo a mi país y a mi pueblo, no a Ratko Mladic».
«Mi hijo está bajo tierra», gritan al unísono las madres presentes en la vista. En Potocari (Bosnia), donde se halla el memorial por la masacre de Srebrenica, el silencio reina entre la madres que ven la vista por televisión. «Espero que arda en el infierno», señala una de ellas.