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Iker Bizkarguenaga Periodista

Personas prisioneras, memoria secuestrada

La calle en la que viví los primeros años de mi vida, donde crecí y descubrí lo empinada que puede ser una cuesta en Basauri, se llamaba Fausto Albo, aunque al poco pasó a llamarse Karmelo Torre. No tengo muy claro si cuando nací aún mantenía su nombre original, pero lo recuerdo, porque me hacía gracia su sonoridad. Me gustaba, aunque desconocía quién era la persona que se escondía tras él. Resulta que era un militar que fue regidor municipal durante 19 años. Franquista, como su hijo Luis Carlos, abogado y jefe del Movimiento Nacional en mi pueblo.

Los traigo a esta columna porque esta semana se ha cumplido el 35 aniversario de la muerte en atentado del segundo. Lo he leído en una página digital de esas de «centro liberal». Y me ha dado un escalofrío el ver con qué naturalidad y falta de pudor describen la cotidianidad falangista de quien era el máximo representante local de un régimen dictatorial y fascista que oprimía a nuestro pueblo y al suyo.

Algunos vecinos del barrio de Ariz, donde se celebraron los funerales, recordarán cómo al finalizar la ceremonia se cantó repetidas veces el «Cara al Sol» con el brazo en alto intercalando gritos contra ETA y el comunismo y vivas a España y Cristo Rey. Abundaban las camisas azules. A pocos metros de allí, apenas tres meses antes, un joven llamado Vicente Antón Ferrero fue acribillado por la Guardia Civil en una manifestación de protesta por la masacre del 3 de marzo en Gasteiz. Pero a él no lo han recordado en esa página de extremo centro.

Como ya se ha escrito en estas páginas, en este nuevo tiempo que se está abriendo una de las luchas se va a centrar en el modo en que se escribe la historia, en contar lo que ha pasado y sigue pasando en este país. Y si nosotros no lo hacemos, lo van a hacer otros. El martes se cumplió otro aniversario, el de la muerte de Txabi Etxebarrieta. Y nuestros hijos e hijas deben saber quién fue sin que se lo cuente un mal telefilme español.

Tenemos que construir nuestro propio relato de la historia. Y para ello necesitamos a aquellos y aquellas que la han vivido en primera persona, y que permanecen en las cárceles españolas y francesas. Personas presas y memoria secuestrada. Hoy en Bilbo tenemos una gran ocasión de defender nuestra historia, nuestro presente y nuestro futuro; de hacer camino.

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