CRíTICA cine

«Hanna»

Mikel INSAUSTI

Se podrá discutir si se le ha salido mejor o peor, pero nadie le puede negar a Joe Wright haber intentado hacer un tipo de película diferente. Su propuesta resulta original dentro del cine hecho para adolescentes, en cuanto que aporta más riesgo genérico que el fantástico rosa de la saga “Crepúsculo”. Lo que pretende es combinar la acción violenta con el cuento de hadas en clave futurista, como manera para dar con un nuevo prototipo de heroína quinceañera. El guión del debutante Seth Lochhead está escrito de espaldas a la lógica del cine de espionaje al uso, aunque termine en Berlín como está mandado. La joven protagonista ha vivido aislada del mundo exterior hasta cumplir los 16, junto a un tutor y maestro que le ha educado como mujer de acción pero con unos conocimientos enciclopédicos. En la vertiente emocional ha crecido con la lectura de los cuentos de los hermanos Grimm, motivo por el que su sentido primario de la supervivencia se verá adornado por una visión ingenua y maniquea de la violencia, al enfrentarse con los servicios secretos que tratan de eliminarla debido a su condición de experimento a abortar.

“Hanna” es interpretable a modo de metáfora sobre el porvenir de las chicas actuales, las cuales buscan equipararse al sexo opuesto mediante una preparación física que les permita dejar de ser víctimas de la violencia machista, pero sin perder sus fantasías de la niñez que las convierten en hermosas princesas. Para ello, Hanna habrá de luchar contra el ogro de turno, caricatura desempeñada por un Tom Hollander que, para hacer de sádico homosexual, imita con humor al mismísimo Klaus Kinski. Y si Saoirse Ronan se prepara de cara a protagonizar próximamente “Blancanieves”, nadie mejor que Cate Blanchett en funciones previas de malvada madrastra, con su belleza hiriente. El duelo final entre ambas tiene lugar en un parque de atracciones abandonado que parece representar a la vieja Europa, con sus casitas de chocolate mal conservadas como un espejismo del pasado.