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CRíTICA danza-teatro

Incidente

 

Carlos GIL

La propuesta es clara: encuentro de varios creadores durante dos semanas en una sala (La Fundición) para investigar y posteriormente exhibir el proceso en el estado que se encuentre ante un público avisado. El nombre genérico: “Accidentes artísticos”, es sugerente, propio, entra dentro de una visualización gramatical sintonizada con las intenciones de la creación más libre y actual. No hay códigos, no hay estructuras, hay encuentro, búsqueda, indagación, sorpresa, aventura. En este caso son tres bailarines y coreógrafos de amplio recorrido que se juntan para iniciar un proceso en el que se incluye al canario Daniel Abreu para que sancione, ordene, aporte, proponga y acepte la fuerza de los intérpretes-creadores que se desborda.

Lo que vemos en un incidente escénico, un soplido de energías amontonadas, de egos disueltos en el sudor, en un lenguaje que empieza a convertirse casi en una coralidad sin personalidad: el cuerpo, los cuerpos, chocando, con los otros cuerpos, con la paredes, como si todo consistiese en mostrar más soltura para el golpe, para la casualidad, el sonido del chasquido, la sublimación de la violencia. Y entre medio, reflexiones físicas, cuatro palabras, unos gestos, unas gestualidades. Tres bailarines que sudan, que se agotan, que nos colocan sus cuerpos y sus vestuarios como incidente de un discurso incidental. La experiencia es superior al placer racional, es una consideración de formar arte del mismo laboratorio, una suerte de peritos de estos accidentes artísticos frente a espectadores accidentados. Pronóstico reservado.

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