Tropezar dos veces en la misma piedra
Probablemente, muchas personas estarán teniendo estos días una cierta sensación de déjà vu al mirar hacia Grecia, donde miles de personas se manifestaron ayer y se produjeron enfrentamientos entre manifestantes y policías, en una nueva jornada de huelga general. Mientras tanto,el Parlamento abordaba el enésimo ajuste mirando de reojo a las instituciones europeas, donde se está debatiendo un nuevo plan de rescate. El escenario, en efecto, se parece mucho al del año pasado. Sin embargo, en este caso, parecido no es sinónimo de igual, y ni el país heleno ni la Unión Europea son los que eran en 2010.
Cuando hace un año la crisis griega «obligó» a la UE y al FMI a idear un plan de rescate, éste constituía un mecanismo novedoso cuyos resultados aún estaban por ver. Bien es cierto que muchas voces alertaron de que las draconianas medidas impuestas al Ejecutivo de Papandréu paralizarían la actividad económica y, más que ayudar, impedirían a Grecia salir del agujero. Pero nada era seguro entonces. Hoy puede decirse que el oneroso rescate ha sido un fracaso, sobre todo para los griegos. En este tiempo, además, otros dos estados europeos han recurrido, en ambos casos a regañadientes, a sendos planes de rescate, y la UE se encuentra más agotada que hace un año en todos los aspectos.
Hoy, las certezas han sustituido a las especulaciones. No hay ninguna garantía de que un nuevo préstamo sirva para algo distinto que para endeudar más a un estado cuyos ciudadanos no pueden soportar más recortes. Si un camino no conduce a ninguna parte, es una temeridad seguir adelante. La lógica aconseja parar, dar media vuelta y buscar otra vía. En este caso, esa nueva vía podría pasar por condonar parte de la deuda, levantar los recortes e impulsar la economía griega, que a medio plazo podría pagar la deuda restante. Grecia se libraría de una carga que le impide recuperarse, Europa respiraría y los acreedores garantizarían buena parte de sus intereses. La alternativa ya la conocemos.