Con un nuevo vestuario para la ocasión (con la colaboración de Javi Candas de Sequel) y el maestro Juan Parrilla a la flauta, acompañado de cajón, violonchelo, guitarra, acordeón, piano y dos cantaores, Rafael Amargo se enfrenta solo al escenario, por primera vez en su extensa carrera artística. Se desnudará de adornos para dar rienda suelta a su desbordante talento, que va mucho más allá del flamenco, y despertará la emoción del público en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia.

Según declaró el bailaor a la agencia Efe en una entrevista, gracias a este espectáculo está aprendiendo «que solo también se baila». El montaje minimalista e íntimo le está proporcionando «una calma y una evolución emocional que no tenía». Explicó que es una propuesta que quiere llegar directo a los corazones, un maratón de casi dos horas que no cuenta una historia concreta sino que recorre los distintos palos del flamenco más significativos para Amargo.

«Lo que la gente quiere es buen cante, buen baile y buena música. Éste es el espectáculo que debería hacer cualquier artista», aseveró. La actuación se inicia con una clásica farruca bailada «solo a guitarra, recordando el porte de maestros como Antonio el bailarín», y sigue con una soleá de charamuco, una pieza «rescatada» que apenas se baila ya y que interpreta con dos mantones de manila en homenaje a la parte más femenina del flamenco.

Seguidilla de toda la vida

Después llega su hit, su gran éxito, su «seguidilla clásica de toda la vida», que enhebra con una zambra homenaje a la canción francesa a los acordes del «Ne me quitte pas», de Jacques Brel. «Si me entono, me atrevo a cantar las primeras notas», desveló el bailaor para después confesar que el espectáculo se ha ido alargando porque, como está bailando mejor que antes, no se quiere ir del escenario.