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Groelandia virgen para alpinistas rusos

Mikhail Mikhailov y Alexander Ruchkin se hacen en estilo alpino con la primera ascensión, «Vía San Petesburgo», a la aguja principal de Shark´s Tooth. En cuatro días de escalada recorren 1.200 metros con dificultades técnicas de 6c y A2. Los alpinistas escalaron la arista noroeste.

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Andoni ARABAOLAZA I

Exploración en toda regla para un equipo del todo minimalista. Dos alpinistas, rusos para más señas: Mikhail Mikhailov y Alexander Ruchkin. Un pico sin ascender: Shark´s Tooth. Soledad salvaje: Groelandia. Escalada alpina en estado puro. Unos ingredientes que marcan la diferencia. Y, cómo fue el resultado? Pues, excelente.

Sí, lo logrado por la cordada rusa no tiene desperdicio alguno. Se llevan la primera ascensión de la aguja principal de Shark´s Tooth, en la costa este de Groelandia. Y la firman a través de la línea «San Petesburgo», una ruta de 1.200 metros y dificultades técnicas de 6c y A2. Una aventura auténtica en un entorno muy adverso.

Y, la verdad sea dicha, lo realizado por estos dos alpinistas rusos no nos pilla por sorpresa. Es una de esas cordadas con una química muy especial que sabe llevar por buen camino unos criterios del todo alpinos: exploración, rutas nuevas, dificultades técnicas de consideración... En definitiva, una más que cae en su lista como cordada.

Así pues, tal y como adelanta Ruchkin, apostaron por nuevos escenarios vírgenes: «Empecé a recopilar información sobre picos vírgenes de diferentes zonas. Algunos de ellos están en Pakistán, pero la mayoría no representaban para mí un gran interés, ya que no ofrecían dificultades técnicas. Seguí buscando mi objetivo: una montaña virgen, hermosa y difícil. Y apareció Groelandia con su Shark´s Tooth. Leí mucho sobre dicha pared, un muro vertical que nace desde la nieve».

Gracias a la información que manejaban, la cordada rusa decidió viajar a su objetivo unas semanas antes que las expediciones que anteriormente intentaron hincar el diente a las agujas Shark´s Tooth.

Por cierto, ninguna de ellas fue capaz de llegar a la base de la pared, entre otros factores, porque la zona cuenta con un complejo sistema de fiordos que, con el deshielo, convierten esas paredes en un lugar muy comprometido y peligroso.

Abril y mayo fueron los meses elegidos por Mikhailov y Ruchkin pero, tras haber vivido la experiencia, afirman que es mucho mejor incluso ir en julio o agosto, «ya que los fiordos pueden estar navegables».

Tal y como marcaba el guión, para empezar tenían por delante una aproximación complicada. Llegan hasta el campo base en motos de nieve conducidos por locales inuits. Estos últimos deciden no adentrarse más por miedo a las grietas que salpicaban la zona: «Hasta la base de la pared teníamos unos 10-12 kilómetros. Tuvimos que portear hasta allí en esquís toda la carga. Los días eran muy similares a la historia que pasa en la película «Día de la marmota»: cruzar el glaciar lleno de grietas y sin huellas, continuas nevadas, mucho viento... Una y otra vez durante 15 días de porteos».

Acción alpina

Parte de lo más duro de la expedición ya lo tenían controlado. La aguja principal de Shark´s Tooth les esperaba. Según Ruchkin, antes de volar ya barajaban varias posibilidades para el ataque: «Nuestra intención en sí era escalar una nueva ruta por un interesante sistema de fisuras que recorren el centro de la pared -explica-, pero finalmente nos tuvimos que decantar por la arista. Tuvimos que descartar esa idea, ya que no llevábamos suficiente material para atacar una ruta extrema. En el avión solo podíamos llevar un petate de 40 kilos, y, por ello, tuvimos que dejar mucho material de pared en casa. Sin hamacas y material para pared y con el frío que hace en primavera la cosa se ponía muy seria».

Tras intensos y desesperados porteos, los rusos ya estaban preparados para la otra acción, la de escalar. Solo necesitaban una ventana de buen tiempo: «Todo fue como esperábamos. Con 5-6 días de buen tiempo sería seguramente suficiente -recordaban-. Uno de los grandes problemas era que hasta pasado el mediodía el sol daba a la pared. Era muy peligroso por las constantes caídas de piedras. Así pues, más o menos hacia las 3 de la tarde empezábamos a escalar, y hasta las 10 de la noche trabajábamos con relativa seguridad y comodidad».

Gracias a una agradable ventana de buen tiempo, Mikhailov y Ruchkin firmaron su objetivo en cuatro jornadas. Era principios de mayo. El campo base avanzado lo tenían a unos 640 metros de altura. Para entrar en calor, el día 2 escalan un corredor de unos 300 metros de desnivel hasta alcanzar el inicio de la arista noroeste de la aguja. Allí montan la tienda.

A la mañana siguiente se enfrentan a un muro de roca excelente y superan casi todas las secciones en libre. De la verticalidad pasan a zonas más tumbadas pero con momentos de compromiso. Vivaquean en una repisa de nieve.

Los primeros metros de la tercera jornada los dedican a limpiar la nieve de la pared para poder pillar los agarres ocultos. Más placa por delante, que evitan desviándose a la izquierda hasta llegar a unas fisuras muy agradecidas.

Llega el cuarto y último día de escalada: «Pasamos la noche en la cresta, en terreno llano. El día de cumbre escalamos cinco tiradas, cuatro de ellas eran difíciles entre el 6a y el 6c. Hacía muy buen tiempo. Miraras a donde miraras todo era patio, un buen escenario para la escalada en pared y en estilo alpino. Espero que los alpinistas no pierdan el tiempo escalando en los mismos lugares. En estos tres últimos años he estado en el Tibet, Antártida y Groelandia, y en todas partes hay un montón de montañas sin escalar. De estos tres lugares Groelandia es el más accesible por logística y porque no te desangra tanto los bolsillos. Y de verdad lo digo: merece la pena abrir la mente».

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