Larraga vive su propia realidad gracias al pacto de izquierdas de PSN y Bildu
Como ya ocurrió en Sartaguda hace cuatro años, el mapa político navarro tiene una nota discordante. El pacto férreo entre UPN y PSN ha llegado a todos los pueblos menos a uno. En Larraga (Tafallaldea), la Alcaldía se la ha quedado el PSN con los votos de Bildu, tras acordar una agenda de trabajo para los próximos cuatro años.
Aritz INTXUSTA
Antonio Lamberto está receloso con la prensa. «Me presenté a las elecciones porque quería trabajar por mi pueblo, no para salir en los medios, ni para que me arranquen titulares que no quiero dar», explica. Lamberto es el alcalde de Larraga, un pueblo de 2.000 habitantes a medio camino entre Tafalla y Lizarra. Los tres concejales del PSN y los tres de Bildu forjaron una alianza para imponerse sobre la formación derechista Unión del Pueblo de Larraga, que deja bien a las claras a qué partido rinde cuentas. Cierto es que los de Larraga son muy suyos. El lema popular siempre ha sido «Larraga más y mejor» y se ha llevado hasta el extremo. Tienen el segundo frontón más grande del mundo (sólo superado por el de Miami) y mientras en toda Nafarroa el campo se mide en robada, en Larraga no; allí rige la «robada real», que, obviamente, es más grande.
Lamberto no pretende huir de la polémica, simplemente le parece que no es el momento. «No entiendo que se critique nuestra decisión de gobernar con Bildu. Acepto que se nos critique dentro de cuatro años. Entonces, sí. Si no hemos hecho un buen trabajo, que digan lo que quieran. Pero aún no hemos hecho nada», afirma el alcalde. Lamberto explica que a él le da igual de dónde venga una propuesta, si de la izquierda o de la derecha. Su único criterio es si es o no beneficiosa para su pueblo. Con estas premisas, entiende su alianza con Bildu no como un «pacto» o un «acuerdo», sino como «un calendario de trabajo para los próximos cuatro años».
Y los términos de ese calendario, o más propiamente dicho, el Acuerdo Programático para la Izquierda de Larraga, suenan a revolucionarios en la zona de Tafallaldea. El preludio habla de «un ciclo político nuevo que se abre paso y nos acerca, ahora más que nunca, a una situación de paz». Es precisamente este cambio de ciclo el que permite este pacto entre izquierdas. El texto desarrolla herramientas para la participación vecinal y la transparencia, a través de asambleas y la exposición pública de todas las actas, además de prometer una auditoría para conocer el estado de las cuentas públicas y otras medidas de carácter práctico.
La memoria histórica y el derecho a aprender y a vivir en euskara aparecen como ejes fundamentales del nuevo equipo de gobierno de Larraga. El pueblo, enclavado en la zona que delimitó UPN como «no vascófona», reclama ahora la implantación de un modelo de inmersión lingüística que permita recuperar «un patrimonio de todos los navarros, también los de Larraga». Así, la oficialidad del euskara en todo el territorio navarro se convierte en «una reivindicación básica que el ayuntamiento hace suya desde el primer momento».
Muchos han visto un paralelismo entre lo ocurrido en Larraga ahora y lo que pasó hace cuatro años en Sartaguda. Ambas son poblaciones marcadas por el salvajismo de la guerra del 36. A Sartaguda se le conoce como «El pueblo de las viudas», por la matanza de los franquistas a los mozos de ese pueblo. Larraga es otro punto caliente de la re- presión franquista. Murieron más de 40 personas y una chica de 16 años, que fue violada antes de morir, se convirtió en el icono del salvajismo que desató el golpe de Estado. Se llamaba Maravillas y se le han dedicado poemas y canciones. Ahora, el Ayuntamiento bautizará con su nombre la calle donde vivió la joven.
«Hablar es gratis», dice el nuevo alcalde, que niega una relación causa-efecto entre la represión de hace 75 años y el acuerdo programático entre PSN y Bildu, que ha sido alimentado además por el hecho de que Maravillas y el primer edil se apelliden igual, Lamberto. «Yo casi ni sé que parentesco tengo con Maravillas. Creo que su padre era primo de mi abuelo, pero no lo podría asegurar», dice el alcalde, que considera estas especulaciones «puro morbo».
Al final, explica que todo es fruto de que «los de arriba del partido ni nos conocían. Las razones del pacto están aquí». La hegemonía de UPL en seis de las ocho legislaturas debía romperse un día por lógica matemática, porque en Larraga siempre ha habi- do más votos a la izquierda que a la derecha.
En Sartaguda, el pacto de PSN y ANV de hace cuatro años derivó en un circo mediático que, al final, acabó por hacer trizas las posibilidad de un gobierno de izquierdas. Las televisiones y la prensa presionaron tanto que muchos vecinos acabaron detestando salir a la calle, para no ser asaltados por un periodista micrófono en mano. El absurdo de la situación quedó reflejado en una pancarta colocada por los mozos del pueblo en la plaza, que rezaba «Gobierne quien gobierne, caravana de mujeres». Sin embargo, los medios de comunicación, empeñados en buscar tensión donde no la había, nunca la sacaron. En estas elecciones, el PSN volvió a sacar candidatura en Sartaguda, pero esta opción política estaba rota entre quienes tragan con aliarse con la derecha y los que no, convertidos en independientes, que fueron mayoría. En las autonómicas, el PSN perdió uno de cada tres votantes. A.I.