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Iñaki LEKUONA Periodista

El bigote de Aznar

El escaso bigote de Aznar ha vuelto a menearse en público para escupir que se está fabricando «un infame relato que convierte en virtuosos demócratas a los que han inspirado y rentabilizado el terror». No se refería el ex presidente del Gobierno español a la amortización del franquismo a través de la tan aplaudida transición, ni a los protagonistas políticos y económicos de una dictadura travestida en monarquía parlamentaria, ni a las fosas comunes olvidadas, ni a la ley de Amnistía que enterró responsabilidades.

El escaso bigote de Aznar permanece inmóvil, petrificado, clavado como gran parte de la derecha española en la memoria parcial que la derecha extrema comenzó a forjar desde el levantamiento del 18 de julio del 36 y que se consolidó con la amnistía del 77 y la carta constitucional del 78. Ese recuerdo único significó la amnesia institucional por decreto, el desprecio por el dolor ajeno y la perpetuación de un sufrimiento silenciado.

El escaso bigote de Aznar, tan recortado como el sentido democrático de un amplio sector político y mediático español, exige desde el cinismo a la izquierda abertzale un acto de contrición que ni Alianza Popular en su momento, ni el PP después, ni UCD ni el CDS, ni el PSOE han llevado a cabo públicamente para purgar su apoyo moral o material a la represión de la dictadura, a los crímenes de los grupos parapoliciales o a la práctica de la tortura.

La izquierda abertzale tiene memoria, es consciente de sus aciertos y de sus errores, y sería capaz de asumirlos ante una Comisión de la verdad. En cambio, el bigote de Aznar temblaría sólo de pensarlo. Él y los demás tienen demasiado que callar.