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José Luis Herrero y Antton Azkargorta Profesores despedidos de la UPV-EHU

Apostar por nuevos paradigmas

Al hilo de una conferencia del médico homeópata Guillermo Basauri en la UPV, con problemas para impartirla por considerarse el tema polémico, los autores afirman que predominan sectores autocalificados de «científicos» que desarrollan una «cruzada» contra las medicinas alternativas u otras disciplinas que no encajan con el «pensamiento correcto». Defienden que además de elaborar y transmitir conocimientos existentes, la universidad debe constituirse en «receptor y partícipe de nuevos paradigmas y visiones que escapan a los saberes establecidos».

Hace algún tiempo asistimos a la conferencia que el médico homeópata Guillermo Basauri iba ofrecer, en un principio, en el Salón de Grados de la facultad de Medicina de la UPV. Aunque este local había sido reservado para tal fin desde hacía cerca de tres meses, «inconvenientes» de ultima hora, motivados probablemente por presiones de ciertos sectores médicos, obligaron a los organizadores a trasladar la charla a un aula de la escuela de Enfermería. En este nuevo local, absolutamente abarrotado por la presencia de numerosos estudiantes y en un ambiente de gran expectación y curiosidad, el homeópata nos ofreció de forma amena, clara y sencilla una pequeña introducción a la medicina homeopática.

Nos explicó que la idea básica de este sistema consistía en que «lo semejante cura a lo semejante», a diferencia de la medicina convencional o alopática basada primordialmente en la cura mediante lo «opuesto». A lo largo de su disertación nos informó, mediante numerosos ejemplos, de los buenos resultados alcanzados por las técnicas homeopáticas en el tratamiento de numerosas enfermedades, la ausencia de efectos secundarios de importancia, la extensión de este tipo de medicina por todo el mundo, su inclusión en los sistemas públicos de algunos países occidentales y su cada vez mayor aceptación por la comunidad científica.

Guillermo Basauri reconoció que todavía no se conocen en profundidad los mecanismos que intervienen en estos procesos y sus bases científicas, aunque señaló los numerosos estudios e investigaciones realizados y la existencia de diversas teorías al respecto. Citó, en este sentido, las aportaciones del Premio Nóbel de 2008, Luc Montagnier y los espectaculares resultados obtenidos en el tratamiento del cáncer, utilizando productos homeopáticos, por los científicos hindúes, Pratip Banerji y Prasanta Banerji. Precisó, de todas formas, que la mayoría de los medicamentos farmacológicos son meramente paliativos y tienen en muchos casos efectos secundarios importantes, desconociendo la medicina convencional la etiología de un buen número de enfermedades.

Según Basauri, este último tipo de medicina se apoya en una visión del mundo mecanicista de base newtoniana y químico- molecular, obviando los aportes científicos modernos provenientes de la física quántica y energética que intentan dar fundamento científico a las medicinas denominadas naturistas, alternativas o complementarias.

El homeópata nos confesó que los problemas que había detectado para impartir su conferencia venían de la consideración del tema a tratar de polémico, lo que le extrañaba tratándose de una universidad, puesto que en su opinión esta institución se asienta tradicionalmente sobre el debate y las opiniones polémicas sin los cuales es imposible el avance científico.

Resulta curioso que sea precisamente en la universidad donde predominen grupos de personas que autocalificándose de «científicos» desarrollan una auténtica cruzada contra los defensores de las llamadas medicinas alternativas u otras disciplinas que según ellos no encajan con su visión ortodoxa del pensamiento correcto.

Calificándolos a menudo con epítetos no muy universitarios, intentado impedir que sus planteamientos sean escuchados, difundidos y discutidos, y llegando incluso a solicitar la prohibición del ejercicio profesional y la declaración de ilegalidad de ciertas actividades conectadas con esas modalidades de conocimiento.

Asimismo, se oponen a que se impartan en la universidad los estudios de aquellas materias, criticando la creación de cátedras, cursos o jornadas científicas en aquellos centros que las han incorporado.

En la UPV son muchas las caras conocidas que pertenecen a esta especie de ejercito de inquisidores, defensores del orden científico establecido. En él se encuentran antiguos rectores, premios nacionales y personalidades que ocupan cargos públicos importantes. Autodenominados escépticos, se organizan de diversas formas, mantienen conexiones a través de internet, dominan cátedras de cultura científica, disponen de programas de radio y tienen abierta la posibilidad de opinión en diversos periódicos.

Unas veces se burlan irracionalmente de los sistemas alternativos, otras defienden los transgénicos o niegan efectos peligrosos a la emisión de radiaciones electromagnéticas provenientes de los numerosos instrumentos y aparatos que nos rodean. Sostienen así un pensamiento plenamente identificado con el mantenimiento del orden social imperante y los intereses empresariales, industriales y políticos que lo sustentan, ofreciendo un label de calidad intelectual y «científico» al poder dominante.

Junto a los escépticos, en la universidad abundan los tecnócratas, que bajo las banderas del progreso, la competencia, la globalización, la excelencia, el desarrollo y demás vienen defendiendo el viejo fundamentalismo técnico-científico, justo cuando algunas de las modernas tecnologías se encuentran en una profunda crisis de legitimidad social.

Así, algunos profesores de la UPV siguen justificando el uso de la energía nuclear y reivindican el papel exclusivo de los técnicos en la toma de decisiones, olvidándose de las repercusiones económicas, sociales, políticas y humanas del uso de este tipo de tecnologías. Se trata de una mentalidad de superespecialización, donde sólo los médicos pueden hablar de medicina, o los «científicos» de ciencia, y así sucesivamente, excluyendo al resto de los humanos de toda intervención en estos campos; mentalidad por cierto fuertemente combatida por científicos como Albert Einstein, heterodoxo ayer y hoy encumbrado a los altares de la ciencia.

La universidad debe constituirse en lugar indudable de elaboración y transmisión de los conocimientos existentes, de los paradigmas vigentes más o menos aceptados o consensuados por las comunidades científicas y de pensamiento, reconocidas o no. Pero también debe constituirse en receptor y partícipe de nuevos conocimientos, paradigmas o visiones del mundo que escapan en principio a los saberes establecidos, pues representan a veces rupturas o modificaciones importantes de los conceptos, principios o visiones establecidas y aceptadas. Más aún en un tiempo histórico donde muchas verdades admitidas se están poniendo en cuestión.

Una universidad de escépticos, tecnócratas y especialistas, cerrados y opuestos a novedades, teorías o descubrimientos rupturistas de los saberes afincados, es una universidad muerta y condenada al ostracismo o a desaparecer como tal, aunque siga funcionando formalmente.

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