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Guzmán Ruiz Garro Consejero General en la Asamblea de BBK

Un banco con alma social efímera

Si hubiesen preguntado antes los presidentes de la BBK, Kutxa y Vital, quizás hubiese resultado que no estaba la discrepancia en el medio: banco o caja, porque, y dando por buenas todas las «virtudes» que se le suponen a tener una ficha bancaria, lo vital es quién tiene la capacidad de decisión y control, lo público o lo privado

Bendecido por los consejos de administración de la BBK, Kutxa y Vital el llamado proyecto de fusión fría de estas tres entidades de ahorro para convertirlas en una sociedad anónima ha hecho su puesta en escena. Exaltando la figura del banco que han concebido como un mejor instrumento de actuación de la entidad financiera acorde a los requerimientos normativos actuales de capital, sin dar una sola explicación del porqué de esta transformación de las cajas, lo que más incomoda es la desfachatez de los mentores de esta privatización cuando, sin sonrojarse, pretenden que le veamos a la palabra griega «trápeza», que se traduce banco y que significa literalmente mesa, alma social. Alma social con período de caducidad porque el compromiso que establecen con estos fines es de tres años.

Han olvidado intencionadamente que, al menos en Hego Euskal Herria, el control público al que están sometidas las cajas de ahorros no las ha hecho menos eficientes que los bancos.

Poner el futuro de nuestro tejido social y empresarial en manos de un omnipotente consejo de administración de la nueva entidad, figura reina de todo este diseño, no aporta nada a nuestro pequeño país y, tal y como refieren expertos en la materia, suele ser mucho más distorsionante el control privado que el institucional por las sabidas connivencias entre directivos de la banca y políticos neoliberales.

Es obvio que este modelo bancario deja a las instituciones fundadoras de las cajas y a todos sus los órganos de gobierno, incluidas las Asambleas de BBK, Kutxa y Vital, huecas de competencias. ¿Quién y durante cuánto tiempo determinará las decisiones estratégicas que tengan que ver con la transmisión a favor de terceros de acciones del banco titularidad de las cajas o la emisión de acciones?

Basta mirarse en un espejo cercano, el del BBVA, para, viendo su evolución, darse cuenta de cómo ha pasado a manos de grandes financieros que han deslocalizado sus centros de decisión y contribuido a la descapitalización de nuestro territorio.

Pero está visto que cuando priman los intereses inmediatos de determinados grupos de poder sobre los colectivos, no se escarmienta y no se tiene en cuenta que, en un pasado no demasiado lejano, salieron del Banco de Bilbao y Vizcaya escaldados.

Sorprende mucho la escasa aportación de los responsables políticos a que se haya realizado un debate serio y transparente sobre la bancarización de las cajas. Más atónitos nos deja la absoluta predisposición de dirigentes de izquierda o sindicalistas de este mismo corte -al menos teórica- mente-, a tragar por todas las ocurrencias de los gestores profesionales neoliberales , siempre y cuando ellos saquen algo.

Esta dinámica perniciosa de colaboración y la falta de alternativas progresistas, que perdura en el tiempo, ha dejado a muchos trabajadores y a amplios sectores de la población al margen del mercado de trabajo, fuera de un sistema de protección social que se muestra insuficiente y supeditados a la obra benéfica y social, al llamado tercer sector, que, visto lo visto, en poco tiempo, dejará de recibir los dividendos sociales que generan las cajas.

La interesada dicotomía planteada entre los términos banco y caja, no es igual a la de banca privada o pública, tratando de presentar a la primera como imprescindible y, a la segunda como perniciosa, cuestión ésta que ha permitido que se articule una reestructuración salvaje en el sector de ahorro.

Si hubiesen preguntado antes los presidentes de BBK, Kutxa y Vital, quizás hubiese resultado que no estaba la discrepancia en el medio: banco o caja, porque, y dando por buenas todas las «virtudes» que se le suponen a tener una ficha bancaria, lo vital es quién tiene la capacidad de decisión y control, lo público o lo privado.

Me consta, en primera persona, que este razonamiento se les ha expuesto recientemente a los señores Férnández e Iturbe para intentar clarificar posturas y que no se haga un falso debate.

Aquí no hay, por un lado, unas personas acérrimas y empecinadas en no evolucionar y mantener la figura y la naturaleza de las cajas porque sí y, por el otro, expertos financieros con una visión preclara del mercado que nos dicen lo que más nos conviene sin equivocarse, lo que se juega -me reitero- es al servicio de quién se hacen los proyectos. Al menos, el modelo alemán de cajas nos da la razón.

No quisiera acabar esta modesta aportación al debate sin referirme a que, si lamentablemente se entona el réquiem por las cajas, futuras generaciones tendrán que inventar algún instrumento similar a ellas o a un banco público para lograr la independencia económica y política de Euskal Herria.

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