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«Hollywood siempre está en crisis, pero recauda cifras millonarias»

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Sandy Lieberman | Productor

En su currículum como ejecutivo de producción figuran “Blade Runner”, “La Guerra de las Galaxias” o “Alien”. En la actualidad, Sandy Lieberman imparte clases en National Film & TV School, Berlin Talent Campus y en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, Cuba.

Koldo LANDALUZE | DONOSTIA

«Cuando veo tu grabadora, me recuerda a una de mis películas favoritas: `La conversación', de Francis Ford Coppola». Es la primera frase de un risueño Sandy Lieberman, un ejecutivo de producción norteamericano que ha participado en algunos de los proyectos más prestigiosos del cine moderno.

¿Recuerda el instante en que leyó un guión que decía «Hace mucho tiempo. En una galaxia muy, muy lejana...»?

Si, por supuesto. Titulamos aquella película «La Guerra de las Galaxias» (ríe). George Lucas creó un género y prueba de ello es que su obra se mantiene viva. Cuarenta años después de su primera entrega, mantiene toda su popularidad. Aquella primera película fue una genialidad. Lucas supo entender el sentido espectacular del cine y lo aplicó a un proyecto que combinaba muchos géneros: el cine de aventuras, el western y el cine de samuráis.

«La Guerra de las Galaxias», «Alien: el octavo pasajero», «Blade Runner»... son proyectos que con el tiempo se han convertido en obras de culto.

«La Guerra de las Galaxias» fue un éxito rotundo desde el mismo instante en que se estrenó. En cambio, «Blade Runner» fue un fracaso total. Recibió muy malas críticas y recaudó muy poco dinero. Diez años después, el público la redescubrió y se ha convertido en un clásico moderno, todo un referente del cine de ciencia ficción moderno. Pertenece a ese tipo de obras que requieren cierto distanciamiento temporal. Si la ves hoy en día descubres que por ella no ha pasado el tiempo.

De entre los proyectos en los que ha participado, siento una gran curiosidad por «Érase una vez en América» de Sergio Leone.

Una gran película, una joya cinematográfica. Supuso la primera experiencia en Estados Unidos de Sergio Leone y nos llamó mucho la atención la perspectiva que adoptó la historia que proponía. Cuando finalizó el rodaje de «Hasta que llegó su hora», siempre mantuvo vivo su interés por rodar «Érase una vez en América». A pesar de que él se esforzó en su idea original de no querer seguir rodando más spaguetti-westerns, las productoras le exigían uno más. No logró el dinero que requería su nueva empresa. En términos cinematográficos es un caso increíble porque con sus westerns logró un éxito mundial arrollador y, en cambio, cuando quiso cambiar de género, sólo recibió el rechazo de la Industria. Durante ocho años, año tras año, Leone acudía al Festival de Cannes en un Rolls Royce blanco y entraba en el Hotel Carlton con el guión de «Érase una vez en América» bajo el brazo para que algún productor fijara su interés en él. No quería hacer otra película hasta que pudiera rodarla. Era su «Moby Dick» particular, una obsesión. Si hubiera propuesto un nuevo western, la Industria lo hubiera cubierto de oro pero él quería rodar esta película de gángsters neoyorquinos.

Es un ejemplo de pasión cinematográfica.

Si, exacto. Él no necesitaba hacer más películas, era un hombre muy rico. Cuando vuelvo a ver la película, las escenas que comparten Robert de Niro y James Woods o la escena del baile que protagoniza Jennifer Connelly acompañada por la música de Ennio Morricone, vuelvo a sentir una gran emoción. Sergio Leone volcó en este proyecto todo su entusiasmo. Estoy convencido de que, tras finalizar este rodaje, se quedó completamente vacío.

Hoy en día no es muy frecuente encontrar este tipo de ejemplos.

Es cierto. Quizás Terrence Malick se amolde a este estilo cinematográfico. Recientemente he visto su última película «El árbol de la vida», han pasado seis años desde que se estrenó su anterior película, «El nuevo mundo». Malick simboliza un modelo creativo inusual: trabajo, trabajo y trabajo y hasta que no da con el proyecto definido no se detiene. Pertenece a una raza de cineastas muy exclusiva: creen en algo y éste no es un caso muy habitual en la Industria.

Hablando de Terrence Malick... su caso es muy similar al de Stanley Kubrick.

Kubrick fue una persona muy apasionante. Nunca salía de casa, permanecía recluido en Londres. Cuando yo lo visité me quedé muy sorprendido porque me imaginaba que era una especie de ermitaño enloquecido, una persona muy peculiar. En cambio, encontré a una persona muy afable y divertida. Siempre había que ir a visitarle a su casa y lo que más le apasionaban eran ... ¡Los cotilleos de Hollywood! Yo imaginaba que era la persona más seria del mundo y me topé con una persona que amaba Hollywood, a pesar de que no quería trabajar allí, y le apasionaba todo lo que allí ocurría.

En su última película -«Eyes Wide Shut»- lo vivió en su propia carne con la pareja Nicole Kidman-Tom Cruise.

Si (ríe). No fue una experiencia muy placentera. Yo tengo una teoría al respecto: Kubrick falleció antes de que la película fuera estrenada y estoy convencido de que murió antes porque no quiso ver el resultado final. Era una persona muy obsesiva, enfermizamente perfeccionista... la película es buena, pero no tuvo el impacto de sus obras anteriores.

En estos tiempos de crisis....

El cine siempre está en crisis.

¿Y cuál es su fórmula para mantenerse vivo?

Simplemente se trata de narrar historias. Técnicamente ha cambiado mucho, pero en lo fundamental persiste en su empeño por seguir contando historias.

¿Sigue siendo una fábrica de sueños?

Recientemente he leído un libro escrito por James Clark, uno de los editores de cine más renombrados de la Industria y que lleva por titulo «El reparador de sueños». El editor cinematográfico tiene como misión arreglar los sueños del cineasta. Hollywood, para bien o para mal, sigue siendo una fábrica de sueños que no descansa.

¿Cómo se encuentra la Industria en la actualidad?

¿Financiera o artísticamente?

Buena pregunta... responda a ambas.

Económicamente está haciendo muchísimo dinero, pero es una política que conlleva un gran riesgo porque las películas que alcanzan el éxito tienen un coste de 200 millones de dólares, o incluso mucho mayor. Cuando tienes que gastarte 200 millones en una película y otro tanto en su promoción, tienes más de 400 millones invertidos en una película y si no se ha convertido en un éxito instantáneo, tienes asegurada una pérdida millonaria. Supone una gran apuesta; algunas veces funciona y otras muchas no. Artísticamente hay grandes valores que le reportan a la Industria grandes dividendos económicos que son invertidos en otros proyectos que, comercialmente, resultan mucho más seguros. Esa ha sido la fórmula de Hollywood y, hasta el momento, siempre le ha funcionado.

Crowdfunding: otro modelo de financiación

Sandy Lieberman llegó a Donostia para participar en el I Foro Crowdfunding Donostia-San Sebastián que impulsó la productora Donostia Films. El crowdfundig es un mecanismo de financiación colectiva basado en las aportaciones individuales con el objetivo de llevar a cabo proyectos. Estos inversores participan como cofinanciadores y, a cambio, su aportación se recompensa en proporción a lo que invirtieron. Mediante esta innovadora manera de financiación se crea un nuevo paradigma en el que los consumidores son coproductores de los proyectos que ellos eligen. «Este modelo -dice Lieberman- está retando a los viejos sistemas de producción tradicionales. La principal ventaja que tiene el crowfunding es que tú no tienes que conocer a la gente para poder pedirles dinero (ríe) y créeme si te digo que te ahorras muchos esfuerzos. No te puedes imaginar la cantidad de reuniones que he tenido que mantener para conseguir dinero. Cientos de reuniones diciendo siempre lo mismo. Hoy en día puedes utilizar diversas plataformas de internet para poder financiar tus películas. Es una iniciativa muy novedosa: en Estados Unidos se practica desde hace cinco años, pero ya está cosechando los primeros éxitos y en breve se escucharán los nombres de algunos autores que lograron abrirse camino en la Industria gracias al crowdfunding». K. L.

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