Reprobable ataque a la memoria de los muertos y doble moral de oportunistas interesados
El ataque contra el monolito erigido en Burnikurutzeta en recuerdo del que fuera Gobernador Civil de Gipuzkoa muerto en atentado de ETA, Juan María Jáuregui, ha originado una cascada de reacciones que ha sido aprovechada para exigir condenas y fortalecer el «frente de la exigencia» ante Bildu. Sin duda, atacar la memoria de los muertos es reprobable aquí y en todas las culturas del mundo. Los muertos merecen total respeto y descanso en paz, eso es «sagrado». Estos actos, sea quien sea su autor, no tienen argumento que los sostenga y no sirven sino para alimentar determinados discursos.
Sin embargo, conviene resaltar la doble moral de muchos de los que ahora hacen coro cuando, por ejemplo, los vecinos de todo un edificio tuvieron que ser desalojados el pasado 26 de junio en Usurbil cuando desconocidos prendieron fuego a una banderola que exigía la repatriación de los presos vascos. Ni una sóla mención, sólo un silencio revelador de quienes en otras ocasiones se rasgan las vestiduras. Pero más allá de la exigencia de condenas retóricas y de utilizar ese latiguillo con afán partidista, es el momento de ir más allá. La paz es una cuestión demasiado urgente como para dejarla a merced de tales comportamientos.