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Pase lo que pase, el camino está marcado

Con los informes de la defensa y el alegato final de Arnaldo Otegi, ayer finalizó la vista del «caso Bateragune». Un juicio de enorme transcendencia política, tanto por el perfil de los acusados y la naturaleza de la acusación -penalizar, al objeto de cortocircuitar, la apuesta unilateral por la paz y la normalización política de la izquierda abertzale-, como por sus implicaciones de cara al futuro. La posición del Gobierno no ha cambiado, pero el devenir de los acontecimientos ha desenmascarado su posición. Negar un nuevo tiempo político es no querer ver la realidad, y la piedra angular de la acusación -todo responde a una estrategia creada, dirigida y tutelada por ETA- no se sostiene por ningún lado. Las conjeturas y la descontextualización de documentos han sido la base argumental de la Fiscalía, cuya exposición ha sido ajena a la verdad, el sentido común y la buena lógica. Sólo el impulso político de intereses que escapan al correcto funcionamiento de la justicia puede explicar todo este disparate, y cualquier otro veredicto que no sea el de la absolución.

Los antecedentes del tribunal que los ha juzgado son conocidos y no invitan al optimismo. Parece aventurado, por tanto, hacer quinielas sobre el fallo final. El juicio se ha desarrollado en un contexto donde el Estado se ha visto obligado a encender sus alarmas ante la confirmación, con la espectacular irrupción de Bildu y su enorme potencial para transformar de raíz la política vasca, de ese nuevo tiempo que pretende cegar. Tras haberse obstinado en ganar la «guerra», ahora temen «perder» la paz. Por ello, se empeñan en condicionar, en no ayudar a encauzar y poner freno a una apuesta que, en palabras de Otegi, es irreversible e irrevocable. Tienen miedo de verse desbordados, y recurren a viejas recetas para contener lo que no tiene marcha atrás. Hacen daño e indignan a los vascos pero se presentan sin credibilidad ni oferta política. El cambio de ciclo y de estrategia en Euskal Herria tiene convencimiento y combustible social asegurado.

Arnaldo Otegi y los otros encausados pueden estar tranquilos y satisfechos: pase lo que pase nadie abandonará la vía emprendida. La paz y la libertad tienen el camino marcado y está a las puertas de este país.

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