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Salvador Cardús y Ros (2011/7/6, LA VANGUARDIA)

Una tendencia... abrumadora

Hace justo una semana que el Centre d´Estudis d´Opinió presentaba la segunda oleada de su Barómetro de Opinión Pública. Y en una típica tormenta de verano de esas que crecen y mueren rápidamente en los medios de comunicación, se destacó el resultado de una nueva pregunta que se había añadido al cuestionario sobre la intención de voto en el caso que «mañana se hiciera un referéndum para decidir la independencia de Catalunya». Aunque la polémica se centró en el hecho de incluir la pregunta sugiriendo malintencionadas -y ridículas- relaciones con el hecho de que el CEO ahora dependiera de Presidència, todo hace pensar que lo que más incomodó a algunos fue el resultado: el 42,9% de los entrevistados respondieron que votarían sí. Teniendo en cuenta la abstención declarada, esto supondría un 60,3 de votos afirmativos con una participación del 71,1%. Por cierto, unas cifras inimaginables ni en el Quebec ni en Escocia, a pesar de ser países democráticamente más adelantados, donde preguntar ya no ofende.

(...)Los nuevos datos del CEO aportan, entre otras, dos constataciones de mucho interés. Primero, que hay votantes independentistas a todos los partidos. Según una observación que debo a Francesc Abad, CiU aporta el 37,6% y el PSC un 8,4 al total de los sí al referéndum. Pero atención: los partidos explícitamente independentistas sólo suponen el 17,2%, mientras un 12,6% favorables a la independencia son abstencionistas habituales. Por lo tanto, se afianza la idea de que la independencia es cosa de todos. En segundo lugar, merecerían todo un seminario académico las respuestas a la famosa pregunta sobre hipotéticas identidades políticas (más catalán que español, tanto una cosa como la otra, solo una de ellas...), que es conceptualmente confusa, intelectualmente tramposa y está sociológicamente fuera de tiempo. A pesar de todo, lo más curioso de esta pregunta -las respuestas a la cual consuelan políticamente a los adversarios de la independencia-, es que las proporciones no se mueven por nada del mundo. Es decir, que la relación emocional estable a los territorios de origen en ningún caso es un obstáculo para la evolución positiva de una opinión favorable a la independencia de Catalunya, cada vez más relacionada con la esperanza de un incremento futuro de las oportunidades de bienestar social y de dignidad política. Se acaba el tiempo, pues, de excusarse en las lógicas vinculaciones al lugar de nacimiento para amenazar con una supuesta fragmentación política del país.

Parece ser que el ministro Rubalcaba, que tiene soluciones para todo, ha querido relativizar el valor de los resultados de la encuesta del CEO diciendo que no pasaban de indicar una tendencia. Acierta, señor candidato: se trata de una tendencia... pero abrumadora.

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