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La izquierda abertzale desnuda a un Estado impotente en su propio terreno de juego

Probablemente, más allá de sus más allegados poca gente sabrá quién es Vicente González-Mota, pero fue el encargado de responder en nombre del Estado español a la apuesta por la paz y la democracia realizada por la izquierda abertzale. Este fiscal de la Audiencia Nacional pidió el miércoles un total de 45 años de prisión para cinco de los ocho militantes independentistas encausados en el «caso Bateragune». Él puso la voz, pero no la letra. Al día siguiente, Arnaldo Otegi respondió en el turno de última palabra animando a la militancia de la izquierda abertzale a que sonría, porque «vamos a ganar». En pocas ocasiones se habrá visto en una sala de vistas a una parte acusatoria tan derrotada y a unos imputados tan serenos y confiados, pero es que el juicio no ha sido sino la constatación de que el camino que el Estado quiso cerrar hace año y medio con una redada, ha sido recorrido ya por cientos de miles de ciudadanos vascos y que el trabajo de aquellos que una vez más se enfrentan a la cárcel ha dado frutos.

Y es que cuando decenas de policías irrumpieron en octubre de 2009 en la sede de LAB, los poderes del Estado pretendían abortar el debate estratégico que desde hacía meses se estaba preparando en el seno de la izquierda abertzale, pero llegaron tarde y ahora el agua se les escapa de las manos. Tampoco consiguieron forzar la ansiada escisión en ese sector político y social, que hoy rema acompasado y unido. Por eso Otegi, con una petición de condena de diez años de cárcel, animó a las bases independentistas a que no dejen de sonreír, a que pase lo que pase mantengan el rumbo. «Empezamos el cambio cuatro o cinco y ya somos 313.000». En apenas quince meses el escenario político vasco ha cambiado de raíz, y todo indica además que lo que hemos vivido en este tiempo es sólo el principio. El llamamiento a la unidad realizado esta misma semana por parte de decenas de cargos electos y personalidades políticas de Ipar Euskal Herria reunidos en torno al manifiesto «Bil Gaiten» es un claro indicador de que el «factor suma» avanza irremediablemente en todo el país.

El juicio ha servido, por otro lado, para que las posiciones de todas las partes queden al desnudo, también en el Estado español. Nunca la sociedad española, acostumbrada al filtro de los medios, ha podido escuchar con tanta nitidez las palabras de un portavoz abertzale como en esta ocasión, y no serán pocas las personas que en este momento se pregunten el por qué de este proceso judicial y de una petición fiscal que también causa estupor en Europa. En Euskal Herria la sociedad supo interpretar desde el primer minuto la intención de aquella operación policial, y aunque las grandes manifestaciones en este pueblo son casi semanales, es necesario recordar que 37.000 personas marcharon entonces por las calles de Donostia para denunciar el intento de sabotaje. Una expresión que sirvió para definir lo ocurrido en aquellas fechas fue la de «efecto bumerán», y los hechos han demostrado que fue acertada.

A Madrid le queda el recurso a la pataleta. Puede dejarse llevar por la rabia y castigar a quienes han abierto este nuevo tiempo, del mismo modo que lleva décadas castigando a los prisioneros vascos y reprimiendo a la militancia abertzale, pero sabe que lo que es «irreversible e irrevocable» para Euskal Herria lo es también para el Estado, y antes o después tendrá que hacer virar su transatlántico. Cuanto antes sea, mejor para todos.

Bochorno en la Diputación de Araba

Y mientras en Madrid se escribía un episodio importante en la historia de este pueblo, en Gasteiz la ciudadanía ha asistido a uno de los capítulos más bochornosos protagonizados por la clase política. En el caso de Ezker Batua podría tratarse además de uno de sus últimos capítulos. Podía calificarse de escándalo que una coalición que se dice republicana y lleva la izquierda en su nombre cediera gratis el control de la institución más importante de Araba a la derecha española, pero las acusaciones lanzadas por el ex diputado general y candidato jeltzale Xabier Agirre, admitidas después por la portavoz alavesa de EB e integrante del equipo negociador, Kontxi Bilbao, rozan el esperpento. El tiempo dirá si hemos asistido al golpe de gracia a una fuerza política carcomida por luchas intestinas y sin apenas representación institucional, pero si este ha sido su final, no podían haber elegido una peor manera de despedirse.

La fiesta más universal de Euskal Herria

Si en la capital alavesa predomina la estupefacción, en Iruñea reina la fiesta. Con el lanzamiento del txupinazo a cargo del nuevo alcalde, Enrique Maya, comenzaron los festejos más universales de Euskal Herria, amenazados una vez más, con la Policía municipal como fuerza de choque, por la actitud caciquil de un consistorio que no pudo evitar sin embargo que decenas de ikurriñas ocuparan la plaza del Ayuntamiento en el txupinazo, junto al recuerdo a los prisioneros. A pesar de quienes sólo conocen vetos e imposiciones, los sanfermines son un año más escenario de alegría e imaginación popular.

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