Entre los años en que los océanos anegaron Atlántis y las resplandecientes ciudades, y los años de aparición de los hijos de Aryas, hubo una edad no soñada en la que brillantes reinos ocuparon la Tierra como el manto azul entre las estrellas: Nemedia, Ophir, Brythunia, Estigia, con sus tumbas guardadas por sombras, y Aquilonia, el más orgulloso reino del dormido occidente. Y allí llegó Conan, el Cimmerio, cabello negro, adustos ojos, espada en mano, ladrón, asesino, portador de grandes tristezas y grandes alegrías, preparado para pisotear con sus sandalias los enjoyados tronos de la Tierra». En estos fragmentos de «Las crónicas Nemedias» se anunció la salvaje irrupción de Conan el bárbaro en un universo de ficción creado por el escritor Robert E. Howard.

Protagonista de infinidad de aventuras, este mercenario, pirata y forajido cuyo destino último fue ser rey, figura como uno de los mayores logros creativos dentro del género denominado espada y brujería. Los orígenes de este personaje se sitúan a comienzos de los años 30, cuando los llamados relatos pulp tenían una gran demanda por parte de una multitud de lectores que encontraron en estas ediciones baratas una buena excusa para abandonar por unos instantes su rutina y viajar a lugares imaginarios habitados por guerreros despiadados, princesas hermosas, brujos siniestros y todo tipo de criaturas imposibles.

Finalizada su etapa literaria, fue en los años 70 cuando el cómic se encargó de inmortalizar al personaje creado por Howard a través de las editoriales Marvel y Dark Horse. Dibujantes como John Buscema legarían para la posteridad el perfil rocoso de un personaje cincelado a golpe de tinta china y que, armado con espada, siempre muestra su furia primitiva encaramado sobre montañas de cadáveres.

El cine no tardó en entrar a escena y en el año 1982, John Milius, un polémico cineasta que ha rodado filmes de aventuras tan inolvidables como «El viento y el león» y propuestas tan disparatadas como «Amanecer rojo», plasmó en la gran pantalla este imaginario de sangre, sexo y aventura que catapultaría a la fama a Arnold Schwarzenegger.

Tras el éxito que cosechó con «Conan, el Bárbaro», el actor austriaco volvería a prestar sus músculos al guerrero cimmerio en «Conan el destructor», secuela dirigida por un ya eclipsado Richard Fleischer. El escaso eco de esta producción detuvo las expectativas de prolongar la franquicia e incluso se llegó a rumorear que se llevaría a cabo una tercera entrega titulada «King Conan: Crown of Iron», pero Schwarzenegger ya había iniciado su carrera política y desechó la posibilidad de ser rey de Aquilonia para ejercer su rol de gobernador de California.

Finalmente, la Industria ha decidido rescatar del olvido los legajos ancestrales de las Crónicas Nemedias y, con la ayuda inevitable del 3D, ha elaborado un vistoso cóctel de testosterona, sangre, monstruos y erótica light, con la que pretende dar inicio a una nueva y muy rentable franquicia cinematográfica.

Los escenarios agrestes de Bulgaria sirven como telón de fondo a esta nueva versión de «Conan», que ha sido dirigida por Marcus Nispel, un cineasta de origen alemán y curtido en el campo de la publicidad, en cuya filmografía figuran productos tan poco destacables como los remakes de «La matanza de Texas» (2003) y «Viernes 13» (2009). Su anterior proyecto -»El guía del desfiladero» (2007)- era una historia bizarra ambientada en la Norte América del siglo X y protagonizada por un nativo (Karl Urban) que se enfrentaba a una tribu vikinga que arribó a sus costas. En esta nueva versión de «Conan», el actor Jason Momoa protagoniza un filme que repite el prólogo de la película de Milius: un niño que habita en una aldea bárbara graba en su retina el asesinato de su familia a manos de una tribu guerrera.

Tras ser vendido como esclavo, anidará una venganza que, con el paso de los años y a golpe de espada, llevará a cabo contra sus captores. Sustentada en una cuidada puesta en escena y con el respaldo de los efectos digitales de última generación, «Conan, el bárbaro» recrea con detalle los paisajes imaginarios de Hyboria y su singular bestiario de criaturas mitológicas. Todo ello animado con un buen surtido de batallas y frases lapidarias ejecutadas por un Jason Momoa, que lleva camino de convertirse en un nuevo astro del cine de acción.