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El cambio climático acecha a los robledales vascos

Neiker-Tecnalia ha realizado una investigación sobre la evolución de los bosques vascos, en la que alerta de que el cambio climático podría alterar las condiciones de crecimiento de un árbol tan representativo como es el roble. Los técnicos advierten de que hay una tendencia gradual hacia la «mediterraneización» de las actuales superficies boscosas.

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Agustín GOIKOETXEA

Hace ya siete años de la muerte del anterior árbol de Gernika, que no pudo más tras 146 años de ciclo vital a consecuencia de los efectos negativos de las altas temperaturas y los parásitos. El emblemático roble no pudo soportar las altas temperaturas del caluroso verano de 2003 ni la acción del hongo armillaria mellea. La agonía, recuerdan las crónicas periodísticas de la época, duró dos décadas, en las que su «sistema circulatorio» fue mermándose hasta quedar reducido a un 11% de su capacidad original.

En setiembre de 2003, los técnicos encargados del cuidado del centenario roble ya habían apreciado síntomas de agonía. Pocos meses después, en abril, según el diagnóstico de los expertos, el tercer árbol de Gernika sufrió un colapso por «estrés hidráulico» que acabó con su ciclo. Corrió la misma suerte su retoño, que no pasó de la parte trasera del templete donde se alojaba el titular. Fue plantado en 1979, pero no pasó de las 17 primaveras y hubo que recurrir a otro retoño procedente del roble originario. Faltan unos meses para que se cumplan siete años de que fuera plantado el árbol actual.

Una investigación de Neiker-Tecnalia apunta tendencias poco halagüeñas para este roble y el resto de su especie, que han destacado por su «longevidad». Citando, por ejemplo, el más emblemático de los vascos, el de la villa foral vizcaina. El primero, según las crónicas, data del siglo XIV, vivió más de 400 años y su tronco petrificado se encuentra ahora en un templete en la Casa de Juntas de Gernika. Los especialistas hablan de que en un severo escenario de cambio climático, el hábitat natural del roble en Euskal Herria se mantendrá tan sólo hasta 2080.

Para dentro de siete décadas, partiendo de las condiciones climáticas que se vivirían en territorio vasco, los expertos del centro tecnológico auguran «una reducción muy significativa e incluso la casi total desaparición del hábitat de la especie». «Este fenómeno podría traducirse en que el roble, aun mostrando una gran capacidad adaptativa ante los cambios climáticos previstos, en 2080 -subrayan los autores del estudio- encontraría un umbral de condiciones en las que no podría mantener su población».

Esta misma teoría fue la expuesta ayer en Barcelona por Alistair Jump, profesor de Ecología Vegetal en el Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad escocesa de Sterling, quien reiteró que el calentamiento global está provocando que las especies arbóreas se estén expandiendo hacia las zonas más altas de su ecosistema habitual. En concreto, Jump manifestó que por cada grado que aumentan las temperaturas del planeta los bosques pueden llegar a «escalar» y crecer en una cota 167 metros superior.

Neiker-Tecnalia ha analizado ese posible impacto en Euskal Herria, dentro de los proyectos K-egokitzen y Adaptaclima, financiados por el Ejecutivo de Lakua y la Unión Europea, respectivamente. Una de las finalidades de ambos proyectos consiste en elaborar metodologías que ayuden a entender cómo serán los hábitat forestales a corto y largo plazo. En las conclusiones, se aprecia que el roble encontrará condiciones favorables para su desarrollo en latitudes cada vez mayores a medida que avance el tiempo. Del estudio se desprende una tendencia a la «mediterraneización» de los bosques, en los que el roble perdería presencia en favor de otras especies como el alcornoque.

Más alcornoques

«Otros árboles, como es el caso del rebollo, presentes en la geografía vasca, mantendrían sus poblaciones debido a que se adaptan a las condiciones climáticas propias de la región mediterránea», explican los investigadores, que añaden que las predicciones realizadas para el alcornoque proporcionan uno de los ejemplos más claros de la «mediterraneización» de la parte atlántica de la Península Ibérica. «A pesar de ser una especia típicamente mediterránea -resaltan-, en Euskadi podrían darse las condiciones adecuadas para su desarrollo a lo largo de la década de los ochenta del presente siglo».

Para llevar a cabo el estudio de la evolución del hábitat, los científicos han tenido en cuenta un total de 19 variables bioclimáticas, entre las que se encuentran la temperatura media anual, máxima temperatura del mes más cálido, mínima temperatura del mes más frío, precipitación anual o la precipitación en el mes más húmedo y en el más seco. Las conclusiones, por tanto, de esta investigación de Neiker-Tecnalia deberán ser complementadas en un futuro con nuevas variables que, al igual que las bioclimáticas, afectan a la distribución de las especies arbóreas.

En Barcelona, en un seminario impulsado por el Consorcio Universidad Internacional Menéndez Pelayo, han tratado de profundizar en el papel de los bosques como agentes de mitigación del cambio climático, especialmente en un área como la mediterránea, donde las previsiones apuntan a un incremento de la aridez, y de situaciones climáticas extremas, marcadas por la sequía.

El aumento de las temperaturas no sólo hace que en general los árboles tengan menor tamaño, sino que mueran antes, y en general, pero especialmente en las regiones más cálidas, con un cambio en la composición de los bosques: las especies perennes dejan paso a otras de tipo mediterráneo.

En el caso del estudio sobre los robles, parte de los datos provienen del proyecto K-egokitzen ``Cambio climático. Impactos y adaptación'', de tres años de duración en su primera fase y coordinado por la Unidad de Medio Ambiente de Tecnalia y donde participan también doce equipos de investigación de la UPV-EHU. Los técnicos analizan las evidencias del cambio climático y las medidas de adaptación más efectivas frente a los potenciales impactos en los recursos hídricos, las infraestructuras, los entornos urbanos, las costas o los ecosistemas marinos, terrestres naturales y agrarios.

En temperaturas, por ejemplo, se aventura un aumento más acusado de las temperaturas, especialmente en primavera y verano, y el calentamiento del mar de entre 1.5 y 2.1º.

Los expertos argumentan que durante los últimos millones de años, el clima y la estructura y distribución de los bosques han estado en constante cambio. «El desarrollo de la ciencia de la biogeografía ha permitido evidenciar que las plantas no muestran una distribución estable en el tiempo. Sin embargo -aclaran-, no pueden atribuirse esos cambios únicamente a las condiciones climáticas, ya que es una respuesta a un conjunto de factores físicos y biológicos y al efecto de la acción humana».

Asimismo, atendiendo al «rápido» cambio del clima que se aguarda, los investigadores tienen dudas acerca de si podrán darse los procesos ecológicos necesarios que permitan la permanencia de los bosques. Se espera que los procesos que se puedan dar a corto plazo en respuesta al cambio climático sean sobre todo cambios en la distribución de las especies forestales.

La ciencia que permite efectuar proyecciones de escenarios futuros en el ámbito ecológico es la ecoinformática, cuyo objetivo es definir procesos naturales en un lenguaje entendible para humanos y ordenadores.

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