El séptimo y penúltimo encierro fue de manga larga, zapatillas mojadas y cierzo, mucho cierzo. Los toros de El Pilar corrieron bajo un cielo tremendamente encapotado. Y el más rápido fue un castaño claro llamado Resistón, con nada menos que 635 kilos con los que atropellar a diestro y siniestro. Un auténtico tren que se llevó por delante todo lo que pudo en la segunda mitad de la carrera.

Hasta ocho veces se gritó «uy» ante los cabezazos del astado de cabeza, alguno de ellos con varias víctimas. Así, al principio de Estafeta un golpe con la testuz mandó al suelo a tres korrikalaris a la vez.

Entre tanto empellón no podía faltar al menos un amago de cornada. Tras mandar a otro corredor a paseo a la altura de la Bajada de Javier, al final de Estafeta Resistón enganchó por la camiseta a un mozo clásico en ese tramo. Pero como los anteriores, no se produjo la cornada, que podría haber sido fatal dada la elevada velocidad del animal.

La sucesión de momentos de peligro hizo que el encierro pareciera más largo de lo que realmente fue. Así que cuando el cronómetro se paró y sonó el cohete que cerraba la séptima carrera de la feria, sorprendió comprobar que habían sido tres segundos menos que el récord de esta feria, marcado 24 horas antes por los Victoriano del Río.

Todos extranjeros

Así las cosas, seis fueron los corredores que tuvieron que ser llevados al hospital, pero por simples traumatismos y algún que otro varetazo. Para el mediodía, sólo uno de ellos quedaba ingresado.

De los seis, tres eran estadounidenses, uno francés, uno madrileño y otro de Guadalajara.

A falta de lo que ocurra hoy, un día siempre complejo porque nadie se quiere perder la última carrera antes de 357 días de interminable esperar, las siete ganaderías que han recorrido el encierro sólo han dejado cuatro cornadas, y únicamente una de ellas de cierta consideración: la del joven australiano corneado en el ruedo el día 8 y al que hubo que intervenir quirúrgicamente durante tres horas.

El resto evoluciona correctamente, incluido un vecino de Iruñea de 41 años al que se dio de alta y luego volvió a ingresar por un traumatismo craneal.