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EH Jaietan | Iruñeko Sanferminak

La maldita lluvia trajo el destemple

Será buena para el campo y puede que también para limpiar las calles. Pero para la fiesta es lo peor. No hay cosa más mala que ir de bar en bar bajo los aleros evitando mojarse. Así, no es de extrañar que llegue el destemple, ese malestar que te quita las ganas de festejar. Menos mal que los refuerzos de Ipar Euskal Herria contribuyen a mantener el espíritu sanferminero, que ya va tocando a su fin.

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Martxelo DÍAZ | IRUÑEA

Todos los años sucede lo mismo. Nos pasamos días y días quejándose del calor que hace, de que no se puede aguantar ese torrado y de que no corre nada de aire. Siempre pasa. Siempre hay alguien que dice ha escuchado en la ETB que tal día va a bajar la temperatura quince grados y siempre hay otro que le dice que no será para tanto, que cómo va a pegar un bajón así. Pues lo pega. Y de manera muy drástica, además.

Llega un momento en el que se echa en falta ese calor que antes tanto se aborrecía. Se echa de menos eso de sentarse a cenar sin tener que estar mirando al cielo para ver si va a llover o no. En ese momento es cuando comienza otra retahíla de tópicos. Que en Iruñea el tiempo es así. Que si todos los años hay un par de días en los que hace mal tiempo. Que los de Iruñea siempre llevan la chaquetica por si acaso. El caso es hablar siempre del tiempo, haga frío o haga calor, pero hablar.

Pero la lluvia en sanfermines es terrible, matadora, cruel. Todo se hace cuesta arriba, y si encima llega en el tramo final de las fiestas no se puede remontar. El aguacero caído en las últimas horas ha destrozado los maltrechos cuerpos que intentaban mantenerse en pie. Pasar de tener casi 40 grados a los doce nocturnos hace estragos. El temido destemple llegó. Lo que ayer nos entusiasmaba, lo odiamos hoy. La cerveza que también entraba, se atasca en el gaznate y nos revuelve las tripas. Cualquier cosa que se come entra mal. El txun-txun de las peñas con el que nos movíamos desenfrenada y espasmódicamente se convierte en un sonido infernal que te taladra cerebro y cerebelo.

Más vale que en el último arreón contamos con la ayuda, no siempre bien estimada, de los hermanos del norte, que aterrizan en la ciudad aprovechando la festividad impuesta desde París. Quienes llegan de Ipar Euskal Herria mantienen la fiesta en pie cuando a los de casa ya les cuenta mantenerse en pie ellos mismos. Sus cantos alegran las mojadas calles y dan los ánimos que se precisan para continuar vivo en el último tramo de la fiesta. Porque hay que seguir. Ya sólo queda el último día y no es el momento de parar, que el día 15 es muy duro y echaremos en falta este modo de vida, caracterizado por la necesidad de conjugar la obligación de escribir estas páginas, no perder ripio de lo que pasa en las calles de Alde Zaharra y tratar de pasarlo lo mejor posible.

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