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«Me gusta mucho el encierro, pero si corro mi mujer me mata»

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Natxo MATXIN | IRUÑEA

Fiestero, aunque cada vez menos por el inexorable paso del tiempo, a sus 33 años, el capitán del Triman Navarra Javi Eseverri, está en ese momento en el que los sanfermines de día comienzan a gustarle más que los de noche. «Hace ya mucho tiempo que no cerramos un bar, la juerga suele acabar ahora hacia las dos o las tres de la madrugada porque al día siguiente siempre tienes algún compromiso, como una comida familiar o con amigos, citas en las que cada vez disfruto más», confiesa este deportista.

Ahora bien, como el comienzo de la fiesta, nada. «Es lo que más me gusta, el cosquilleo ese antes de que se dispare el cohete y las horas de después, el día 6 todo el mundo está predispuesto para pasárselo bien, hay muchas ganas de juerga», describe con especial énfasis ahora que precisamente está a punto de finalizar el jolgorio. Quedar con la cuadrilla para almorzar o comer, aprovechar las fechas para la reunión familiar en torno a una mesa o participar en el recorrido de los gigantes junto a sus sobrinos son algunos de sus “momenticos”.

Y una espina clavada, aunque ello ya no le obsesione. Nunca ha corrido el encierro aunque, como es lógico suponer, cualidades físicas no le falten, pues si por algo se caracteriza el fútbol sala es por la velocidad y la rapidez. «Recuerdo que cuando tenía 18 ó 19 años, entramos al recorrido otro amigo y yo. La experiencia nos duró apenas un minuto porque vino un municipal y nos echó. La verdad es que estábamos sin dormir, pero tampoco íbamos mal», relata.

Eseverri reconoce que le gusta esta peligrosa carrera, aunque cada vez ve más difícil experimentarla en propias carnes, especialmente porque «si corro, mi mujer igual me mata», admite entre risas. Más en serio, añade que el riesgo no está sólo en las respetables cornamentas de los toros, «sino en las caídas y traumatismos». «Además, no basta con ser un buen atleta, también hay que saber entrar y salir en el momento adecuado, utilizar los codos para hacerte un hueco», explica.

Originario de Otsagabia, localidad a la que regresa siempre que puede y donde vive su familia, el ala-cierre del Triman Navarra recuerda con nostalgia cómo comenzó a venir en sus primeros sanfermines. «Bajábamos a dedo o nos traía alguno del pueblo con carnet. Luego regresábamos siempre en autobús». Eran tiempos con unas fiestas más masivas. «Ahora se ve menos gente en la calle que la que había hace diez o quince años», rememora.
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