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Extremoduro regresa con un disco de largas y coloristas composiciones

Como ya ocurrió con el anterior disco, «La ley innata», Extremoduro desarrolla sus composiciones sin mirar las manillas del reloj. Surgen libres los acordes y las ideas y cesan cuando la brutalidad, la envoltura, y la poesía han contado todo lo que tenían que expresar. Seis canciones fueron la base de «La ley innata» y otras seis revierten en «Material defectuoso», disco que ha conseguido situarse durante tres semanas consecutivas como número uno en ventas.

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Pablo CABEZA | BILBO

No, no son Extremoduro hijos del single de tres minutos, de melodía, estribillo y coros. O puede que sí, pero, en cualquier caso, sin renunciar nunca al viento que golpea en sus caras repleto de libertad. Así viene siendo desde que a finales de la década de los ochenta grabó "Rock transgresivo", el álbum que presentaba a un grupo áspero, de rock cotidiano, pero singular. Una banda en el que sobresalía la personalidad y el talento de Roberto Iniesta, un joven inteligente, pasional; sin grasa, huesudo. La figura de quien es nervio, inconformismo y creación. La sombra enjuta de un artista que cuelga su piel al sol de Plasencia, Cáceres, hasta que se harta de la quietud y escasas posibilidades de su entorno, que bien conoce y denuncia.

En busca de acción, como si fuese el personaje airado de un cómic, Roberto recorre caminos ordenados y errantes, direcciones sin luna que lo mismo le conducen por Andalucía, Madrid, Barcelona... que, finalmente, le llevan a Euskal Herria, donde vive desde hace más de una década, ahora más cerca de las nubes, de la resaca blanca de las olas.

Maestro

Le hemos llamado artista, pero mucho nos tememos que semejante término se la trae al pairo, como el hecho de si fue el motor del rock urbano poético -que lo fue-, como si inspiró -que lo hizo-, a una nueva generación de músicos que percibieron en su estilo y en sus letras la travesía a realizar. No lo dirá, pero Robe fue -y lo sigue siendo- maestro de cientos, un punto de anclaje, por lo que son muchos los músicos desmembrados de su tronco, alumnos que descubrieron en su pupitre frases cañeras y palabras redimidas de poetas como Miguel Hernández, Machado o García Lorca.

Tras dos años y medio de la publicación de la «La ley innata», Extremoduro regresa con «Material defectuoso», grabado en Muxik-On Estudios, de Iñaki Anton «Uoho», el notable, elegante, caso extraño en un rockero, y estilista guitarra y productor que lleva con Robe desde 1993.

Con inquieta tranquilidad, las seis canciones se grabaron entre las noches de 2010 y primeros días de 2011. Borradores, tachones, palabras nuevas, guitarras en una pista, en otra, en otra de al lado... así hasta consumir un día, una semana y vuelta a empezar una madrugadita cualquiera. Todo para que «Material defectuoso», sea uno de sus discos más perfectos. Tan redondo como el sol que tanto añora o menciona Robe en las letras del nuevo álbum.

Para la presente edición del disco, Extremoduro ha optado por no realizar gira de presentación. Los aficionados se extrañan, pero la banda de Bizkaia es así de singular.

VINILO

El álbum se ha publicado en formado compacto, digital y vinilo. Tras su edición, se ha mantenido durante tres semanas como número uno en ventas. Extremoduro no presentará el disco en directo. De hecho, se encuentran grabando lo que será la continuación de «Material defectuoso». Robe e Iñaki aprovechan el gran momento creativo que viven.

Desde el sinfónico al progresivo pasando por la poesía

«Material defectuoso» es su álbum más melódico. El que mejor envoltura posee de todo lo que han grabado. El que mejor baila alrededor de la mente. El que nos mece sin que llegue el sueño de una a otra estrofa. Resulta cautivador cómo las palabras sugieren y cómo el ritmo y las nobles guitarras de Uoho te giran la cabeza como un tornillo reversible. Ocurre con las estrofas de «Otra inútil canción para la paz», que, de alguna forma, traslada al mejor rock andaluz de los setenta cuando la poesía y los largos desarrollos entraban en un bucle cósmico, bien apoyado por guitarras, por teclados o por un vaporoso saxo. Sucede con «Si te vas», que retoma los arreglos de cuerda para que el verano se harte de insectos revoloteadores, de un sinfonismo mágico que termina por liberar todos los pájaros que uno pueda llevar en la cabeza.

El disco se abre con «Desarraigo». Un poquito de percusión... «Voy perdidito y me he encontrado a una princesa: me he encontrado entre sus labios cuando besan y besan. Yo dejo al sol que entre por nuestra claraboya, y ella deja a los ratones que ellos royan y royan», canta Robe, mientras el tema va cogiendo ritmillo, un particular trote que termina por convertir «Desarraigo» en una de las canciones más soleadas de la historia de Extremoduro, en especial por el juego rítmico, el cromatismo y el repiqueo de guitarra. «Tango suicida» se desvanece y resurge entre aparentes arreglos y cabalgadas de progresivo y sinfónico. Extremoduro se nos escapan de las manos por los versos de Robe, siempre inesperados, expresivos, por las infinitas guitarras de Iñaki o por los arreglos que conciernen a todo lo que se toca.

En realidad, es imposible situarles; van tan libres que cualquier línea del tiempo les vale para sentarse y hacerse una canción como quien se lía un cigarrillo entre media tarde y una pareja de grillos en las cercanías. ¿Cumbre del progresivo? ¿Existencialismo más teclados espesos, más guitarras, más la cuerda, un saxo...? Todo es posible entre las piruetas musicales de «Material defectuoso».

Aquí nada baja de los seis, siete u ocho minutos. Extremoduro no se conforma con el cliché habitual del rock, en el que un minuto real de música da lugar a una canción de tres o cuatro a base de repeticiones. Existe un rec y un stop, pero a este último botón ni le miran, si acaso cuando todo lo que había que contar se ha contado, cuando todo ha ocurrido, las sensaciones vaciado. P. C.

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