La victoria de Plateau de Beille marcaba el regreso al centro de los focos de un corredor belga, Jelle Vanendert, que venía precedido de resultados muy prometedores pero atrapado en los tres últimos años en un largo túnel de lesiones consecutivas.

Vanendert es uno de los lugartenientes y un amigo del ciclista belga más conocido actualmente, Philippe Gilbert, a quien ha ayudado de manera decisiva en su exitosa temporada. De hecho, cuando estaba en el podio el sábado, Gilbert felicitó calurosamente a su compañero, que le acompañó en el tránsito del equipo La Française des Jeux al Omega Pharma en 2009. Su incansable trabajo como gregario al principio del año anunciaba el regreso al primer plano de una de las grandes esperanzas belgas, y la victoria del sábado lo confirmaba.

«Desde que debutó como profesional, todo el mundo dice: 'Va a ser uno de los mejores dentro de unos años'», cuenta el manager de su equipo, Marc Sergeant. «Pero ha sufrido demasiadas lesiones», añade acto seguido.

Tres años de lesiones concretamente. Todo comenzó en 2008, un año después de su irrupción con la 13ª plaza en la Flecha Valona. Cuando militaba en el FDJ, donde había decidido reunirse con su amigo Gilbert -a quien había conocido durante el reconocimiento del recorrido de los Mundiales 2007 de Stuttgart- tras rescindir su contrato con el equipo Chocolat Jacques, sufrió una hernia de disco.

El corredor belga decidió tratarla a base de infiltraciones, en lugar de operarse, para no perderse las clásicas, citas sagradas del ciclismo en Bélgica. Algunos meses más tarde, en la Dauphiné, se cayó... ¡sin que nadie se enterara! Cuando iba intercalado entre dos grupos se cayó solo y debe su rescate a que otro corredor, el italiano Manuel Quinziato, se cayó en el mismo sitio. Él fue quien se dio cuenta de que el belga se quejaba de un fuerte golpe en la cadera y dio la voz de alerta. Esta vez Vanendert tuvo que ser operado. Su temporada había acabado mucho antes de lo esperado.

Al año siguiente se fue con Gilbert al Omega-Pharma, y su temporada no fue nada brillante. En 2010, cuando recuperó su estado de forma volvió a caerse y se lesionó la rodilla, en la Ruta del Sol andaluza, viendo cómo su temporada se iba al traste otra vez. «Pero él salió más fuerte mentalmente de estas lesiones», concluye Marc Sergeant.

El 2011 sonreía por fin a Vanendert. A pesar de su enorme sacrificio y desgaste para conducir a Gilbert hasta el inicio de las últimas dificultades de las grandes clásicas, acabó 13º en la Amstel Gold Race, 6º en la Flecha Valona y 17º en la Lieja-Bastogne-Lieja.

Su equipo le llevó al Tour para respaldar a Jurgen van den Broeck, que se proponía luchar por estar en el podio de París. Ironías de la vida, una caída de su líder, que le obligaba a abandonar la carrera, le permitió afirmar sus opciones. Dos días después de ser segundo en Luz Ardiden lograba, a los 26 años, su primera gran victoria, que le valía además para afianzar el maillot de la montaña con el que comenzará la última semana del Tour.