ANÁLISIS | A un mes del inicio de aste nagusia
Azkuna no afloja los nudos gordianos que ahogan a Marijaia
Bilbo afronta, si nadie lo remedia, una segunda Aste Nagusia consecutiva especial -y ya van tres-, debido a la falta de comunicación del Consistorio con las comparsas. Azkuna no lo estima prioritario y apuesta, al parecer, por un escenario de conflicto que no beneficia a la fiesta.
Agustín GOIKOETXEA I
El cartel que anuncia la próxima Aste Nagusia, una cremallera multicolor con silueta de Marijaia, parecía un buen icono para un cambio de rumbo en las fiestas de Bilbo. El nuevo escenario político abierto en Euskal Herria y esporádicas declaraciones de responsables municipales habían hecho aventurar a muchos que el conflicto que persiste entre el equipo de Iñaki Azkuna y las comparsas podría disiparse. Con estas pautas, iba a quedar para la historia el plante protagonizado por Bilboko Konpartsak el 25 de agosto de 2010. Entonces, los agentes festivos proclamaron que esperaban que aquella Aste Nagusia especial fuera la única y que las siguientes, en vez de especiales, serían mundiales.
El apoyo ciudadano al movimiento festivo fue destacado por la mayoría y ya entonces hubo voces en el propio Ayuntamiento que respondieron a los emplazamientos de las comparsas cuando dijeron que el plante había mostrado qué sería de Aste Nagusia sin ellas. Todos hablaron entonces de retomar el diálogo, pero parece que las conversaciones no han fructificado como los agentes festivos deseaban. Coincidiendo con la celebración del Konpartsero Eguna, ofrecieron una rueda de prensa en la que insistieron en que seguían trabajando para «abrir nuevas vías de comunicación para superar el ambiente totalmente deteriorado con el Ayuntamiento y las dificultades existentes para realizar un trabajo en común» entre Bilboko Konpartsak y el Consistorio.
El tiempo suele ser el principal ingrediente para disipar las dudas y la presentación de las líneas generales de Aste Nagusia, el pasado martes, no ha hecho sino señalar el horizonte al que se dirigen las fiestas, por cierto bastante negro. La nueva presidenta de la Comisión Mixta y concejala de Fiestas, la jeltzale Itziar Urtasun, calcó la respuesta de su antecesora, Isabel Sánchez, cuando el año pasado los periodistas le preguntaron por los emplazamientos que por entonces ya le realizaban las comparsas. La verdad es que la nueva responsable municipal ha heredado lo trabajado estos últimos meses por el equipo de Sánchez Robles, y al parecer también el discurso. Es más, en una reciente entrevista negó la mayor al afirmar que no cree que haya tensión entre ellos y las comparsas. Ver para creer.
El PNV, ayudado por PP y PSE, trata de invisibilizar y minusvalorar el trabajo y el apoyo que tienen las comparsas entre los bilbainos. También se usa políticamente todo lo relacionado con las fiestas del Botxo, cuando hace falta una serpiente de verano para estar en la cresta de la ola informativa, a falta de propuesta en este ámbito y en el propio de gestión municipal. El cinismo lleva a los jelkides y a los representantes unionistas a proclamar sin rubor que la extensa programación de los agentes festivos no forma parte del programa general. Así, es difícil el entendimiento aquí y en cualquier punto del planeta.
El pregonero, el escritor Kirmen Uribe, ya ha avanzado que el 20 de agosto, cuando llame a la fiesta desde el balcón del teatro Arriaga, empleará un tono poético, porque estima que el país vive momentos de esperanza. Era la que albergaban en el seno de Bilboko Konpartsak y la que les animó a efectuar una ronda de contactos para, en el nuevo mandato municipal, tratar de arreglar los problemas que lastran las relaciones entre las dos partes enfrentadas, aunque una lo niegue.
A nivel de Euskal Herria, los ataques al movimiento festivo parecen haber remitido, como lógica derivada de los cambios que se han producido en muchos ayuntamientos. Pero en Bilbo el palabra cambio parece más una quimera.
Al poco de ser elegido por su partido para concurrir a los comicios municipales, Iñaki Azkuna confesó que era «demasiado tarde para cambiar». El médico metido a alcalde de ordeno y mando es sincero. El espíritu de las fiestas populares y participativas, que es el santo y seña de Aste Nagusia, mantiene intacto el respaldo ciudadano, pero él ha cosechado la primera mayoría absoluta de sus tres elecciones municipales gracias a un discurso en el que no tiene cabida levantar las sanciones a Kaskagorri y Txori Barrote.
Es una de las reivindicaciones de las comparsas, como que se recupere el trabajo en común entre ellas y los políticos que confluye en la Comisión Mixta, ahora mismo inoperativa. También que la calle sea de todos y se acaben los recortes a la libertad de expresión, con prohibiciones de concursos de alubias y tostadas en Carnavales o una sanjuanada, por dejar de organizar un desfile a golpe de talonario en plena crisis económica.
Por ello, mientras no se logren desatar los nudos gordianos de los problemas reales de las fiestas -y está en manos del alcalde, no de la responsable de Fiestas, como desde la Alcaldía se han encargado de recordar en varias ocasiones- Aste Nagusia está condenada a ser especial. Quedan pocos días para que Bilboko Konpartsak despeje las dudas, probablemente esta semana, pero todo apunta que será negra y, de nuevo, los súbditos de Marijaia desaparecerán 24 horas del olimpo festivo del Arenal para visibilizar que esto no funciona.