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Arteando despierta gran interés, pero las compras son tímidas
«Los visitantes de aquí son sensibles y muy directos al preguntar, pero muy tímidos a la hora de comprar», resumía una galerista de Arteando. Esa era la sensación de los artistas y representantes con los que habló GARA en la primera feria de arte contemporáneo de Ficoba.
Maider IANTZI |
Desde el jueves hasta hoy se está celebrando en Irun la primera edición de la feria de arte contemporáneo Arteando, que ha nacido, según destacan sus promotores, como «una apuesta firme para acercar las artes plásticas a todo tipo de público, coleccionistas y aficionados». Más de veinte galeristas -dos de ellos de Euskal Herria, de Iruñea y Donostia concretamente, y los otros de distintos lugares del Estado español- se han dado cita en Ficoba con el objetivo de mostrar su trabajo, impulsar los valores que están creando, hacer disfrutar y, como en todos los mercados, vender. Es en este fin de vender donde los días están siendo «más flojos», porque con lo que es el número de visitantes y su sensibilidad, todos los entrevistados se mostraron encantados.
Empezamos el camino por el recinto acompañadas de Marta Scarpellini, directora de esta feria, quien nos explicó que en este primer año han querido hacer algo pequeño, pero con un número aceptable de artistas. «Nuestro objetivo ha sido crear una feria cercana y accesible para la gente, con propuestas de calidad, pero entendibles, aunque hay piezas más transgresoras y más difíciles de colocar en casa». Pasamos por el stand del Ayuntamiento de Irun, dedicado a Mentxu Gal, y también por el del Consistorio de Hondarribia, que ha cedido su espacio a numerosos artistas de la localidad, desde gente muy consagrada -como Javier Sagarzazu y Enrique Albizu- hasta muy novel.
Observamos pinturas, esculturas y maquetas del oriotarra Iñigo Manterola; una cabeza de San Pedro creada por Jorge Oteiza; trabajos de Koldobika Jauregi, Benjamín Palencia, Claudio Bravo o Manolo Millares. Según señaló Scarpellini, el precio de las obras va desde los cien euros hasta los setenta mil.
Una amona preguntó a la directora si creía que los niños lo van a pasar bien, y ésta no dudó al responder. «Aquí hay cosas divertidas, como esta silla rosa anecdótica -dijo señalando una grande y curiosa escultura-. Es importante crear en los más pequeños el hábito de ver el arte».
En este sentido, galeristas y artistas estaban satisfechos, ya que veían a los visitantes muy receptivos. «Es bonito darse cuenta cómo aprecia la gente el arte, incluso los niños, que se acercan a preguntar y mirar», expresaba Cuqui Piñeiro, de la galería A+B, de la Guardia, Pontevedra. «Pero esto es una feria, un mercado puro y duro».
Necesidad de implicación
Cuqui Piñeiro promociona sobre todo la escultura de la gente joven, tanto gallega como de fuera, como la francesa Jane Conil, siempre enfocado al arte más actual. Hija de escultor de los años 20, indicó que el poder adquisitivo no es solo de la gente mayor y que son las parejas jóvenes, con dinero y casa para decorar, las que más compran.
Lo que más echa en falta «es la implicación del mundo artístico de Euskadi, que las galerías y artistas de aquí apoyen la feria; también la participación a nivel institucional; y, por último, que la estructura artística esté presente».
Las propuestas de Alberto Adsuara, de Ciclorama de Valencia, aún son más complicadas para vender, porque, tal y como nos explicó, muchos compradores dudan de si la fotografía es arte.
«Las galerías están sumidas en una crisis muy gorda», remarcó. En su opinión, lo que funciona hoy en día, en época de crisis y de internet masivo, es el autor que vende su propia obra. «En el inconsciente, la gente tiene ganas de evitar intermediarios, sin darse cuenta de que sin ellos esto se hunde».
María Jesús Alonso, de Quorum Madrid, lleva 27 años como galerista y ha traído series de Luis Enciso y los grandes y coloridos cuadros de la bilbaina Carmen Moreno Clavero.
En una de las pequeñas salas del área llamada Proyect Room -donde hay espacios dedicados a un solo artista y es el propio artista quien atiende el stand-, encontramos a John Railton vendiendo uno de sus cuadros a una joven arquitecta. Es una calle de mil colores, como la mayoría de sus obras expuestas en Ficoba. «Es el surtido de los últimos dos años. Son figuras deambulando por las calles: grupos, solitarios, abuelos, niños», indicó. Arteando cerrará hoy las puertas, pero con la esperanza de volver el año que viene e ir creciendo.