Me gusta la gente diferente, la que se aparta medio metro -o metro y medio- del grupo y busca nuevos caminos, diferentes rutas, otras formas de ver el mundo. Pero no me gusta la gente «guay», la que anda a medio metro del suelo y pretende dar lecciones. Una palabra que siempre he detestado es «alternativo». ¿Alternativo a qué? Si hay festivales de música «alternativa» con más gente que en San Mamés. Tampoco me agradan las poses ni los duros de postal que nada arriesgan.

Así, no creo que tenga mucho mérito escribir contra la Ley del Tabaco cuando sabes que tus colegas te van a dar palmaditas -«¡ahí le has dado!»- y en tu entorno social casi todo el mundo fuma. Es más punki decirle a tu amigo del alma que le vas a meter el cigarro en la oreja como te vuelva a echar humo a la cara. A estas alturas tampoco es arriesgado hacer apología del consumo de drogas en fiestas. Hace veinte años, igual, pero hoy me parece más controvertido que alguien confiese que ha pasado los sanfermines bebiendo zumos. Ese sí que sería un crack, si existiera.

Me toca la moral que quien hasta ayer vestía como si fuera a subir al Mont Blanc todos los días, aparezca hoy con una camisa prieta, zapatillas de colores y una gafas de sol más grandes que Saturno, y me diga que parece que voy uniformado con mi sudadera negra. Y el vanguardista va igual que Cristiano Ronaldo. Se habrá quedado calvo pensando el nuevo look...

Luego están los que nunca se han comprometido con nadie ni con nada porque «soy independiente y no me gusta que nadie piense por mí», que sólo le falta añadir «no como vosotros, que sois unos borregos y además pagáis cuotas». Nunca me ha gustado decirle a nadie qué tiene que hacer y no admito que nadie lo haga conmigo. Consejos, sí; lecciones, no.

En definitiva, y voy al grano: no quiero que en estas fiestas nadie me «eduque» musicalmente ni que me quiera convencer de que me lo voy a pasar mejor con Jamiroquai que con Kortatu. Si alguien quiere innovar este año en las txosnas, que ponga Itziarren Semeak. Gora Mirentxu patxaran!