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Hoteles con encanto, made in Euskal Herria

Llegado el tiempo de disfrute del merecido descanso hay lugares donde cualquiera podría perderse y disfrutar haga el tiempo que haga. Visitamos cinco hoteles y repasamos sus encantos, para encontrar nobles edificios, habitaciones de ensueño, rincones especiales y mesas con exquisitos platos del país, porque Euskal Herria tiene su encanto.

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Nerea GOTI | BILBO

Buscamos alojamiento para la merecida escapada del trabajo, del estrés del día a día y en una primera visita por la red descubrimos una amplia y exquisita oferta de alojamientos. En este caso, vamos a por una estancia especial, a por esos alojamientos que podríamos llamar «hoteles con encanto» e inmediatamente nos preguntamos: ¿qué condiciones debe reunir un alojamiento para tener esa distinción?

Consultamos en cinco establecimientos de diferentes herrialdes y comprobamos que todos ellos coinciden en resaltar que las características de la edificación, el emplazamiento y su entorno, el diseño de interiores, el trato personal y la gastronomía, son factores que distinguen su propuesta. Algunos no dudan en añadir otra marca a modo de distinción, la que confiere el país, ni mejor ni peor que otros destinos turísticos que nos rodean, simplemente diferente. Afirman tajantes que Euskal Herria es un reclamo en sí mismo y que más allá de sus paisajes, a quienes nos visitan les llama la atención nuestra cultura, tradiciones, carácter...

En este recorrido por alojamientos con encanto de Euskal Herria habría que incluir, por supuesto, a muchos otros, pero en una lista exhaustiva seguro que no faltaban estos que aquí visitamos.

Hacemos la primera escala en Bizkaia y nos cercamos hasta la localidad costera de Bakio. En el hotel-restaurante Joshe Mari. «Beti-betikoa eta geure-geurea» reza el lema que acompaña su cartel. Inaugurado en el año 2000, dispone de seis habitaciones. Cada una presenta una decoración diferente y lleva el nombre de un barrio del municipio.

Encontramos en plena faena a Nerea Arrillaga, una de las propietarias, quien explica que, al margen de la singularidad del edificio, el Joshe Mari ofrece «un trato muy especial, muy familiar», además «el personal es euskaldun», según recalca. La gastronomía es otro de los atractivos del hotel. La estrella de la cocina, como subraya, es Gregori Renteria, porque a sus 85 años, con la ayuda pertinente, es quien guarda la esencia de manjares de corte tradicional a partir de materia prima del día que aportan las huertas y baserris del entorno.

De su clientela destaca que son, sobre todo, europeos que adoptan este alojamiento como base para conocer otros puntos de Euskal Herria. «Tengo gente que viene todos los años. Hay quien se aloja unos días, hace el Camino de Santiago y vuelve después», precisa.

Al hotel-restaurante Joshe Mari no le va mal este año. En julio, su ocupación roza el 100%. La peor parte la lleva el restaurante. Arrillaga observa que su clientela es gente que aprovecha su estancia para recorrer el país, por lo que «desayunan, rara vez se quedan a comer y de vez en cuando a cenar».

No corren buenos tiempos para el turismo y en eso la crisis tiene mucho que ver. «Estoy cobrando lo mismo que hace tres años, con lo que los márgenes se han reducido muchísimo», señala nuestra interlocutora, al tiempo que reconoce que «hay meses que me cuesta llegar». En todo esto la labor de las instituciones tiene también mucho que ver a su juicio. «Habría que trabajar más el turismo. Tenemos muchas cosas que vender: aquí, por ejemplo, San Juan de Gaztelugatxe es una joya, pero muchos visitantes no se quedan porque no saben qué hay».

A este respecto se queja, por ejemplo, de que en la oficina de turismo de Bakio trabajan con las guías de hace cuatro años, en las que Joshe Mari ni siquiera aparece. A esta situación se suma otra cuestión que considera equivocada, «ahora nos venden como España y no tiene nada que ver. Hay gente que viene porque quiere conocer Euskal Herria», destaca.

Saltamos a Gipuzkoa y volvemos a la costa. En la siempre espectacular Getaria, alojarse en Saiaz es en sí mismo encantador. El hotel ocupa una de las casa góticas del casco histórico, una torre del siglo XV en la calle San Roke, lo que ya es una ubicación privilegiada.

En el mostrador de recepción, Ainara López asegura que a sus clientes les encanta el edificio en el que se ha instalado el hotel, por su antigüedad, su decoración, por sus vistas al mar. Hay habitaciones en las que uno podría permanecer horas mirando al exterior sea cual sea la metereología o la época del año. López asegura que quienes se hospedan en Saiaz agradecen un hotel acogedor, el trato cercano. En verano es más común ver familias, pero fuera de temporada son más habituales las parejas. Unos y otros buscan la tranquilidad, los paisajes, pero los enamorados también reconocen el romanticismo que inspira el hotel y el entorno.

No se quejan de los niveles de ocupación. «Este año va bien», señala López, por lo que intuimos que ha habido un pasado peor. Preguntada sobre qué cabría hacer para empujar su actividad en tiempos difíciles, López señala que ahora mismo el principal problema es la falta de aparcamiento, sobre todo en verano.

Nuestro tercer destino nos lleva a Nafarroa, concretamente a Atallu, al pie de la sierra de Aralar. Allí está Etxeberri, una casa rural de 1634 no rehabilitada, sino restaurada, manteniendo todo lo antiguo, desde elementos arquitectónicos hasta utensilios del pasado, lo que lo convierte en un pequeño museo.

Al margen de detalles que hacen de Etxeberri un rincón ideal para perderse, en una zona con atractivos naturales, la gastronomía es otro de sus encantos. Su propietario, Juanjo López, con fama de excelente restaurador, destaca que preparan un menú de degustación de cuatro platos a diario, que van alternando, para disfrute de quienes se alojan allí.

No hay un perfil muy definido para sus huéspedes. Son en su mayoría madrileños y catalanes, aunque últimamente también reciben a un buen número de ingleses y franceses. Trabajan, sobre todo, de julio a diciembre y en lo que respecta a este año hace una observación que también hemos escuchado en otros alojamientos: «Estoy notando que la gente anda tarde. Las reservas se están haciendo con 15 días de antelación».

Juanjo López, el propietario, destaca de Etxeberri su oferta culinaria, que propone un menú degustación a base de cuatro platos diferentes cada día y la propia casa, decorada con antiguos utensilios y muebles, que la convierten en un pequeños museo. Opina, sin embargo, que este tipo de hoteles rurales deberían distinguirse. En Nafarroa, según cuenta, se ha disparado la oferta de alquiler de casas enteras, al estilo del alquiler de apartamentos, en unas condiciones que nada tienen que ver con la oferta más cercana y selecta de alojamientos como Etxeberri.«Deberíamos tener una marca específica», sentencia al respecto.

Los Fagoaga, en Sara, también regentan un hospedaje con encanto. Se llama Hotel Arraya, se ha adaptado a una posada sobre el Camino de Santiago que data del siglo XVI y está en la misma plaza de la localidad lapurtarra. Laurence Fagoaga explica a GARA que son cinco, dos matrimonios y la amatxi, quienes regentan el negocio desde hace sesenta años.

A los atractivos innegables de Sara, añaden el encanto de la tranquilidad que se respira en sus instalaciones y «la autenticidad», según recalca, de la tradición y cultura euskaldun. Laurence subraya que su actividad dispone de distinción de calidad concedida por el Estado francés. Explica que les visitan familias y parejas. La edad media es alta, salvo los fines de semanas, cuando las parejas más jóvenes eligen esta estancia.

La última escala, en Araba, es en el hotel Palacio de Samaniego, que ocupa un edificio catalogado dentro del patrimonio, en un cuidado casco antiguo. «Nosotros cuidamos sobre todo la cocina. La gente busca un sitio tranquilo y una buena mesa y, como hoy en día no se puede salir a comer o a cenar y después coger el coche, muchos se quedan a dormir». La gente que viene de fuera valora mucho el enclave, en plena Rioja alavesa.

Jon Ugalde, gerente del establecimiento, explica que entre su clientela, además de las parejas, funciona especialmente el alquiler a grupos, que disponen de todo el hotel, las doce habitaciones. Las cosas no van mal en Rioja Alavesa, aunque con una apreciación: «Algunos dicen que es más fácil encontrarnos en internet que llegar sobre el terreno».

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