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Verano caliente en israel por las protestas de la clase media

En Israel, pese a tener sólo el 5,7% de desempleo, tampoco atan los perros con longanizas. Son diversos los colectivos que se están echando a las calles día sí y día también para protestar por la situación económica generada por el Gobierno de Benjamín Netanyahu.

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Ana CÁRDENES | Efe

Los jóvenes están acampados en las plazas, los médicos de huelga general, los ganaderos se manifiestan, los padres preparan una protesta contra los precios de la comida de bebés y un grupo ha convocado una huelga general en Facebook. El calor no echa para atrás a los indignados de Israel.

En los últimos días se han incrementado las llamadas a la dimisión del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que ha cancelado una visita oficial a Polonia para hacer frente a los conflictos que se multiplican bajo su mirada sin que apenas tenga tiempo de reaccionar. El martes presentó su plan de reforma de la vivienda para tratar de abaratar los precios con unas medidas que a los acampados les parecen insuficientes. Decenas de jóvenes se manifestaron frente a su residencia oficial, exigiéndole a gritos que saliese al balcón «para ver cómo su país se colapsa».

Los campamentos de indignados que han surgido en las principales ciudades del país, encabezados por el del bulevar Roschild de Tel Aviv, se extendieron a otras localidades en una ola de protestas que no tiene visos de amainar pronto. Según una encuesta difundida por el diario «Haaretz», el 87% de la ciiudadanía apoya las quejas y un 54% no está satisfecho con la forma en que Netanyahu está haciendo frente a la crisis de la vivienda.

Otro colectivo que está echando el resto para que el Gobierno se ocupe de sus problemas es el de los médicos, que también tienen en su punto de mira a Netanyahu, que ocupa la cartera de Sanidad además de la de jefe del gabinete. Los facultativos ya han llevado a cabo una huelga parcial en los quirófanos, que funcionaron sólo para intervenciones quirúrgicas urgentes y tratamientos oncológicos.

Una veintena de representantes de la Asociación de Médicos avanzaba a pie el pasado martes bajo temperaturas cercanas a los cuarenta grados en una marcha desde su sede, a las afueras de Tel Aviv, hasta Jerusalén, y el presidente de la organización ha iniciado una huelga de hambre. Exigen mil puestos de trabajo para médicos, un millar de camas más en hospitales, un incremento salarial para los residentes, la reducción de turnos y la mejora del sistema sanitario en la periferia. Batas blancas, camisolas verde-quirófano y fonendoscopios llenaban la acera frente a la residencia del primer ministro, al que el presidente del Parlamento, Reuven Rivlin, instó a intervenir para resolver el conflicto. Los tribunales han echado abajo el intento del Gobierno de forzar a los médicos a volver a sus puestos de trabajo y aceptar un proceso de arbitraje, y cientos de facultativos bloquearon la entrada a la ciudad de Ashkelon.

Los granjeros también tomaban el lunes la calle para denunciar la propuesta de reforma del mercado de los lácteos, un parche colocado deprisa y corriendo para acabar con semanas de protestas de consumidores contra los precios de esos productos en la conocida como la «guerra del requesón». Se oponen a la apertura a la importación y a la rebaja de los precios tasados, por temor a que reduzca sus márgenes, y exigen subsidios al campo.

Carritos y globos amarillos

Los padres de niños pequeños han iniciado también su propia lucha contra el elevado precio de los productosinfantiles y han anunciado que se manifestarán mañana en Tel Aviv, cargando con sus bebés y con globos amarillos atados a sus carritos. Exigen control de los precios de productos de primera necesidad, la extensión de las bajas de maternidad (en la actualidad de tres meses), que no se cobre en los autobuses públicos por los carritos y que sean desgravables los gastos de guardería.

Sin duda, las redes sociales han sido el motor de buena parte de estas protestas, al facilitar a los indignados ponerse en contacto y difundir iniciativas. Esta semana un israelí creó un grupo en Facebook que llama a celebrar una huelga general el próximo 1 de agosto y, en tan solo unos días, más de cuatro mil personas se han apuntado y aseguran que no irán a trabajar el próximo lunes.

«Es suficiente. No puedo seguir como si no pasase nada, como si trabajando pudiera dar a mí y a mi familia una vida respetable... Hay un unos pocos que están arriba y todos los demás que nos estamos ahogando», denuncia Zvika Basor, fundador de la página.

Es el hartazgo de la clase media en Israel. Similar al que se ha vivido en otros lugares, pero con la diferencia de que este es un país casi no tocado por la crisis financiera internacional y que este mes alcanzó su nivel más bajo de paro en dos décadas, con solo un 5,7% de desempleados.

En palabras del articulista israelí Ben Caspit, del diario «Maariv», esta es «la lucha de los trabajadores en Israel, que tratan de poner comida a la mesa cada día y no consiguen llegar a final de mes. Es una guerra existencial de la clase media, la gente que supone la espina dorsal de la sociedad y la economía israelí».

La clase media secular siente que a pesar de ser ella quien trabaja, sirve en el Ejército y paga impuestos -algo que no hacen otros colectivos como el creciente ultra ortodoxo-, está siendo empujada cada vez más abajo con el constante aumento de los precios y el estancamiento salarial.

 
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