ZIENTZIA
Talent House, un centro para que los investigadores se sientan como en casa
Los científicos que llegan a Donostia para trabajar en los centros de investigación de la capital tienen buena parte de las dificultades iniciales superadas. Inaugurada en abril, la residencia Talent House de Aiete ofrece, entre otros servicios, un hogar provisional para que su integración sea más fácil. Después, cada uno emprende su camino.
Oihane LARRETXEA | DONOSTIA
Hacer las maletas e instalarse en un lugar desconocido resulta emocionante. Pero, paradójicamente, ese mismo desconocimiento que enciende la chispa es el que despierta las inquietudes: cómo será la vida en esa nueva ciudad, cómo irán los primeros días... Precisamente, este contexto fue el motor que originó el proyecto Talent House de Donostia, una residencia que hospeda de manera temporal a los investigadores -y a sus familias- que eligen la capital guipuzcoana para desarrollar su trabajo. El objetivo de esta instalación es acompañar al recién llegado en una primera fase para que la adaptación sea lo más rápida y agradable posible.
Según comenta Ainhoa Aldasoro desde el centro, Fomento de Donostia comenzó a trabajar sobre el proyecto hace «dos o tres años», después de que centros importantes de investigación de Donostia, de la mano de Pedro Etxenike, entre otros, trasladaran al Ayuntamiento la posibilidad de realizar un proyecto de estas características. El objetivo, atraer a investigadores para que trabajaran en la capital guipuzcoana, garantizando además, todas las comodidades.
El Ayuntamiento derivó la petición a Fomento de Donostia -institución que se encarga del desarrollo de la ciudad- y, con la idea sobre la mesa, estudió cómo podría llevarse a cabo. Para ello, se analizaron diferentes modelos y experiencias, y se realizaron estudios previos para conocer cuántos investigadores vienen a Donostia, por cuánto tiempo, cuáles son sus necesidades... Con las respuestas se definió Talent House.
Proyecto pionero
«El eje principal del proyecto es hacer de Donostia una ciudad cómoda para los científicos que eligen esta capital para trabajar», explica Aldasoro. Es decir, acompañarles en la primera etapa de su nueva vida con el fin de que su integración sea más sencilla. «Es un plan de acogida -describe- que consta de diferentes servicios. Las únicas condiciones son que la persona solicitante sea investigadora y que vaya a trabajar en un centro de investigación y desarrollo de la ciudad».
La mayoría de los científicos que se hospedan en Talent House vienen a trabajar, aunque en algunos casos pueden ser estudiantes que estén cursando el último año del doctorado, los cuales llegan a través de un convenio entre su universidad y el centro de investigación elegido.
De entre los servicios, el más importante es el de alojamiento. «Se trata de una estancia temporal, con una estancia mínima de dos semanas y un máximo de doce meses en régimen de alquiler», añade Aldasoro. Para ello, hay apartamentos de diferentes dimensiones equipados según las necesidades. Ése será su hogar por un tiempo y, una vez que expira el plazo, se instalan en viviendas convencionales.
No obstante, el alojamiento no es el único quebradero de cabeza. Por eso, desde Talent House ayudan con «el papeleo», es decir, con los trámites administrativos que hay que realizar debido al traslado.
¿Y qué ocurre cuando el científico no viene solo? Conscientes de ello, además del propio investigador, las parejas de éstos también reciben ayuda, por ejemplo, para buscar un empleo. El proyecto donostiarra cuenta con un servicio técnico que revisa y adapta sus currículum al entorno laboral local. Diseñan una estrategia de búsqueda de empleo personalizada e identifican las oportunidades sociolaborales concretas: entrevistas de trabajo, acciones de formación, etc... Y cuentan con bolsa de empleo propia, con una red de contactos directos con empresas de la zona.
Antes de su puesta en marcha definitiva, en 2010 se llevaron a cabo proyectos piloto que funcionaron muy bien y Talent House ha recibido la misma respuesta. En marzo se inauguró de manera oficial y, un mes después, llegaron los primeros huéspedes. Según cuenta Aldasoro, julio terminará con una ocupación casi del 80% y en agosto rondará el 70%. El balance es muy positivo: «Estamos realmente satisfechos, dado que llevamos abiertos apenas cuatro meses».
En la actualidad, hay científicos de catorce centros diferentes de todo el mundo hospedados en este centro pionero, ya que tanto a nivel estatal como europeo no existe un proyecto de estas mismas características. «A partir de los modelos que hemos conocido, hemos creado uno adaptado a nuestra realidad», aclara Aldasoro.
«Son de este mundo»
La oferta se complementa con diversas actividades. Precisamente, ayer se inauguró la octava edición de FotCiencia, exposición anual sobre instantáneas científicas que este año recala en Donostia.
Las cincuenta fotografías que componen la colección son cincuenta grandes sorpresas. Por mucho que el ojo procure identificar qué es la imagen inmortalizada, en la mayoría de los casos resulta casi imposible dar en el clavo: un objeto largo, peludo, con formas puntiagudas y, a priori, de dimensiones gigantescas. El texto anexo saca al visitante de toda clases de dudas: se trata de la patita diminuta de una hormiga; concretamente, de la articulación de su tibia. Sus autores, Elisa Garzo y Fernando Pinto, lo titularon «Realmente es de este mundo».
Muchas de las fotografías podrían llevar el mismo título, ya que hay todo un mundo por descubrir. Un mundo que nuestra vista no es capaz de alcanzar. Y ahí, los científicos juegan un papel vital porque son ellos los que, atrapando pequeños momentos de su día a día, hacen posible sacar a la luz escenas mágicas. Como la de la imagen ganadora: «El comienzo del ámbar», de Pedro Ramos Torre. Es el preciso instante en el que comienza un proceso que dura millones de años, cuando el árbol muere y la gota de resina con el mosquito dentro se polimeriza.
Héctor Garrido (Huelva, 1969), investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fotógrafo y miembro del jurado del certamen se encargó de presentar la octava edición, en la que se han incluido más de 600 fotografías. Asegura que definir en qué consiste la fotografía científica es «muy difícil» porque, a su juicio, no es un género, «como pueden ser los desnudos o los bodegones». Cree que estas imágenes no tienen límites ni están determinadas. ¿Por qué? «Porque estamos rodeados de ciencia», responde.
Admite que el punto de vista del investigador es «privilegiado» porque disfruta de unas imágenes inexistentes para la mayoría de nosotros. «Ése es uno de los aspectos que fomenta el concurso: animar a los científicos a que saquen del baúl sus imágenes».
Algunos ya lo han hecho, así que ahora es el turno de que el resto las disfrute. FotCiencia podrá visitarse gratuitamente hasta el próximo 26 de agosto.
«Te levantas y te lavas los dientes con pasta dentífrica. Te acuestas sobre el colchón y te tomas la píldora para evitar un embarazo -describe Héctor Garrido-. ¿Lo ves? Estamos rodeados de ciencia».
No hay que rebuscar en los laboratorios para obtener la imágen ganadora. Un perro que olisqueaba a un escarabajo se alzó con el primer puesto en una edición anterior. Una instantánea cotidiana que el jurado premió.