Mikel INSAUSTI | Crítico cinematográfico
Cine de verano lluvioso
La mala climatología ha sido la noticia del mes de julio, también en lo cinematográfico. El tiempo lluvioso perjudica a las proyecciones al aire libre que, por su programación comercial, suelen ser competencia desleal para las salas de cine. Este año, en cambio, no parece que de momento se haga notar su poder de convocatoria. Aunque nunca se sabe en un país en el que los partes oficiales siguen diciendo que la ocupación hotelera es tal que se augura otra temporada turística con las arcas llenas.
Las programaciones subvencionadas que llegan a los pueblos a través de circuitos, que son de todo menos culturales, se supone que están pensadas para el público familiar. Suelen ser películas de estreno reciente, a veces demasiado, al alcance del espectador por cualquier otro medio. Me parece muy bien que se trate de un servicio gratuito, pero ya puestos sería mejor que aprovecharan la ocasión para divulgar un tipo de cine que, sin dejar de ser apto para todos los públicos, resulte de más difícil acceso.
No hay nada que hacer porque el verano se identifica con la frivolidad, así que los programadores están por la labor de contratar películas palomiteras al cien por cien. Y tampoco les falta razón, pues sabido es que a la gente le gusta disfrutar de las proyecciones al aire libre como si estuvieran en un pic-nic. Es la versión popular del maridaje gastrocinéfilo, ya que lo que se lleva en tales festejos, por lo general nocturnos, es la tortilla de patatas y el helado de cucurucho. Bajo un paraguas hasta puede parecer una cena romántica.