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La Haya, el nuevo Nuremberg

La masacre de Srebrenic. Pruebas, contexto y política», es un libro-informe editado por Edward S. Herman y Phillip Corwin, y traducido del inglés en parte para Rebelión por Sinfo Fernández. Hay que decir que «el Grupo de Investigación sobre Srebrenica» publicó este libro a primeros de junio como fruto de una esforzada y seria investigación acerca de las circunstancias y actores que han conformado uno de los más controvertidos y recientes episodios históricos, y que ahora se juzga en el Tribunal de La Haya. Y arroja suficiente luz como para poder tener elementos objetivos de análisis y juicio para comprender mejor los hechos, sus desencadenantes y consecuencias. Y comprenderán, por ejemplo, por qué se detiene, extradita y juzga a Goran Hadzic por crímenes de guerra y, sin embargo, el Tribunal de La Haya pasa la mano por la espalda al señor de la guerra y el terror en pueblos y ciudades como Sikirici, Brezani, Krnica, Zagoni, Orlice: al comandante bosnio Naser Oric.

Phillip Corwin, Edward S. Herman, George Bogdanich, Tim Fenton, Jonathan Rooper, George Szamuely, Michael Mandel, son los prestigiosos escritores que han redactado alguno de los 10 capítulos que contiene este interesantísimo y esclarecedor libro. Quien quiera escribir sobre el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, ICTY en inglés y TPIY en castellano, quien intente acercarse con honestidad a la guerra balcánica entre 1991-1995, quien quiera juzgar, salvar o condenar a los diversos actores que participaron en esta guerra, inhumana, interesada, vil y mendazmente vendida como todas, debe molestarse en leer si quiera el esbozo de 42 paginas traducido por Sinfo Fernandez para Rebelión. «En las guerras nunca se ha combatido para destruir el mal, no importa lo que los fanáticos religiosos o los presidentes de las naciones guerreras quieran vendernos, las guerras se han emprendido siempre por razones económicas, políticas, estratégicas y sociales. Las guerras en los Balcanes no fueron diferentes. Fue la geopolítica, no el pecado original ni el `mal' lo que conformaban las ambiciones de la OTAN».

Al igual que los jóvenes vascos -que por cierto estos días han sido juzgados por la Audiencia Nacional, que no deja de ser el TOP del franquismo- han descubierto a sus torturadores de hace tres años entre los policías que les acusan -no deja de ser sintomático un tribunal que juzga a torturados siendo los acusadores sus torturadores-, tras los jueces del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, como en Nuremberg, se esconden los vencedores de una guerra, que en nada fueron menos criminales que los vencidos. Y, como entonces, hoy los criminales derrotados son de nuevo juzgados y condenados por los criminales vencedores. Desde su creación se acusa al ICTY o TPIY de servir como instrumento de las potencias de la OTAN, que lo crearon, financiaron, eligieron o vetaron al personal clave, de servirse de él.

Como parte de esa campaña de desinformación los autores de toda una serie de documentación y dossieres sobre Srebrenica, tanto de dentro como de fuera de las Naciones Unidas, han evitado entrevistar judicialmente a todos aquellos conocedores que podían decirles lo que ellos no querían escuchar.

La cuestión de Srebrenica puede entenderse mejor en el contexto de la guerra de EEUU y la OTAN contra Serbia y el desmantelamiento de Yugoslavia. Srebrenica se ha convertido en símbolo de maldad, de la maldad serbia.

Se la describe como «un horror sin igual en la historia de Europa desde la II Guerra Mundial por la que se ejecutaron a sangre fría al menos 8.000 hombres y muchachos musulmanes». Y esto es tan mito y mentira como aquella de que Sadam Husein atesoraba amenazantes cantidades de armas de destrucción masiva. La capacidad de los medios de comunicación desaparece frente a conflictos en los que se presenta a un enemigo satanizado, pudiéndose así institucionalizar afirmaciones de crímenes inmensos sin presentar pruebas serias. Esto, por desgracia, lo conocemos bien en Euskal Herria.

El libro «The Srebrenica Massacre: Evidence, Context, Politics», ofrece una valoración alternativa y bien documentada de la tragedia de Srebrenica y del sufrimiento de todos los pueblos constituyentes de Yugoslavia. Y, como recalca Philip Corvin en el prólogo, «si queremos impedir que tragedias similares vuelvan a producirse debemos tomarnos en serio los relatos expuestos por los brillantes y perspicaces colaboradores de este libro». Ningún lector honesto debería desechar sin más los datos aquí narrados salvo que esté guiado y manipulado por una fe en medios mendaces y oficiales. Hay quienes creen que la mejor forma de controlar la verdad es tildar de bárbaro y colmar de insultos y desprecio a todo aquel que pudiera cuestionar y abrir brecha una información y mensaje mendaz y unidimensional.

Y Corvin, quien presenta este trabajo, no es un cualquiera, sabe de lo que habla. En julio de 1995 era el funcionario de mayor rango de las Naciones Unidas en Bosnia-Herzegovina. Cuenta que «el 11 de julio de 1995 no sólo fue el día en que cayó Srebrenica sino que fue también el día en el que un francotirador bosnio trató de asesinarme cuando iba conduciendo mi coche, de color blanco y marcado claramente como vehículo de las Naciones Unidas». Confiesa él mismo que su error, su gran error fue «que me atreví a defender a las Naciones Unidas y ésta no podía permitirse el lujo y la decencia de criticar a la única superpotencia del mundo, los EEUU, en su actuación en los Balcanes». Pero no, no ha sido el único ignorado por los recopiladores de la historia balcánica al uso y denominada políticamente correcta, es decir mendaz.

En este informe se ofrece al lector una historia no contada, marginada hasta ahora por las entregas oficiales, historia que deberá escucharse si uno quiere comprender la historia de Srebrenica, de la ex Yugoslavia, de Europa y del mundo. En este libro se ofrecen pruebas de que también miles de serbios fueron masacrados, expulsados, torturados, violados y humillados durante las guerras acaecidas dentro de la ex Yugoslavia, pero la comunidad internacional no ha tenido conocimiento de esas atrocidades con tanta fuerza como de las de Srebrenica. «Observación que en nada justifica lo ocurrido en Srebrenica». Los sucesos de Srebrenica no se produjeron en un vacío político. Por ejemplo, dos meses antes, en mayo, el ejército croata capturó Eslavonia Occidental y expulsó al 90% de la población serbia. Permitimos que ciertos pueblos tengan memoria histórica, permitimos que el pueblo judío recuerde el Holocausto. Se debe recordar, fue una tragedia horrible. ¿Pero por qué no permitimos que el pueblo serbio recuerde su masacre durante la II Guerra Mundial a manos de los nazis y de sus títeres fascistas croatas y bosnios?

Creemos realmente que hubo un número importante de ejecuciones en Srebrenica en julio de 1995, pero también creemos que puede que no fueran más numerosas que las de los civiles serbios asesinados en las ciudades cercanas a Srebrenica por fuerzas musulmanes bosnias, o a la cifra de serbios asesinados en la limpieza étnica llevada a cabo por los croatas en la Eslovenia Occidental croata y en Krajina en mayo y agosto de 1995. Creemos que la inflación de cifras y la inmensa publicidad dada a la masacre de Srebrenica, así como el hecho que se evite valorar el contexto y no se haga referencia a las acciones y asesinatos de otros participantes en los combates bosnios, se deben a intereses políticos. Esos intereses políticos han influido profundamente en el enfoque de los funcionarios de Occidente, del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia organizado por Occidente, de las Naciones Unidas dominadas por Occidente y de los medios de comunicación occidentales».

Una historia no contada, marginada hasta ahora por las entregas oficiales es lo que se ofrece a los lectores dispuestos a leer este informe, La masacre de Srebrenica. Pruebas, contexto y política. Su lectura merece la pena. Sacude perezas, provoca reflexiones, cuestiona la verdad oficialmente narrada y acerca a la verdad de lo realmente acaecido. Al final uno siente brotar un eskerrik asko agradecido a este grupo de investigación periodística, que, como dice el historiador Iñaki Egaña, tan necesario resulta en nuestros días.

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