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Crisis de deuda europea

«Ni un solo país ha mejorado con las políticas de austeridad del FMI»

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Susan George

Investigadora del Transnational Institute

El Transnational Institute (TNI)  es una red mundial de investigadores y activistas con sede en Amsterdam. Susan George (Akron, Ohio, 1934) es presidenta de su junta y también ejerce como presidenta honoraria de Attac-Francia, donde reside desde hace tiempo, hasta el punto de haber adoptado la ciudadanía francesa. Es una de las más reputadas expertas sobre la deuda, especialmente la que asoló a los países en desarrollo en el siglo pasado. GARA publica esta entrevista con el permiso del TNI.

Nick BUXTON

La entrevista fue realizada en julio, antes de que los especuladores se cebasen sobre el Estado español e Italia, por lo que las preguntas se centran en el caso griego. No obstante, las palabras de George tienen plena vigencia y explican el contexto en el que se da la crisis de la deuda en Europa y, sobre todo, su raíces.

Usted se dio a conocer por su trabajo sobre la crisis de la deuda en los años ochenta y noventa. La de entonces era una crisis de los llamados países en desarrollo, pero ahora parece que está afectando principalmente a los países desarrollados. ¿Cómo lo explica?

Las causas de la crisis de la deuda en los países del Tercer Mundo no eran las mismas que las de ahora. En los años setenta, gran parte del dinero de los préstamos se destinó a armamento, al gasto de las clases medias y altas en importaciones de productos de lujo, al creciente precio del petróleo y a proyectos de desarrollo mastodónticos; es decir, fue un gasto improductivo. Además, los Estados Unidos aumentaron de repente los tipos de interés, de forma totalmente unilateral, en 1981.

John Perkins, en su libro «Confesiones de un gángster económico», afirma que se desplegó una política deliberada para endeudar y controlar a las economías en desarrollo. Se trata de su testimonio personal, que se debería corroborar con otras evidencias, pero sabemos sin duda que los países más ricos utilizaron la deuda para conseguir precisamente eso: imponer las condiciones de los Estados Unidos y de otros países acreedores, por las que se obligó a los países en desarrollo a entrar en la economía mundial en términos muy desfavorables.

La gran causa de la actual crisis de la deuda europea es que los gobiernos han asumido las deudas de bancos privados, que estallaron con la crisis financiera. El caso más evidente es el de Irlanda, que asumió la responsabilidad de todo lo que debían sus bancos, pero lo mismo sucede con todos los países que están ahora en dificultades.

De hecho, la deuda de la mayoría de países europeos es bastante modesta. A principios de este año, España sólo debía el 55% de su PIB. Incluso el estricto Tratado de Maastricht dice que un 60% está bien. Italia y Bélgica, por ejemplo, están muy por encima del 100%. Pero muchos países donde se está predicando el mensaje de la austeridad, como Francia, no tienen ningún problema.

La gente tiende a pensar -y es lo que los medios le dicen que piense- que la deuda de un hogar es lo mismo que la deuda de un país. Pero no es así. Una familia no puede vivir mucho tiempo por encima de sus medios, pero los países, especialmente en la era moderna, siempre lo han hecho. Los Estados Unidos no han estado libres de deuda desde el siglo XIX. La idea de cero deuda nacional es una total fantasía.

Evidentemente, lo mejor es que, si pides un préstamo, lo inviertas de forma productiva. Y si tienes demasiada deuda, acabas pagando demasiados intereses a los prestamistas. Pero la «deuda soberana», como se llama, no debería de ser un problema.

¿Cuáles cree que serán las consecuencias de estas políticas?

Las políticas europeas hasta la fecha están siendo desastrosas. Están aplicando los llamados «remedios» que se impusieron a los países en desarrollo en los años ochenta, en lo que ahora se conoce como «la década perdida del desarrollo». Los programas de austeridad que se están imponiendo a Grecia, Irlanda o Portugal están directamente sacados del manual neoliberal de los programas de ajuste estructural, punto por punto y coma por coma.

El resultado es una feroz contracción de esas economías, hasta un punto sin precedentes. Cuando se impusieron medidas como las privatizaciones, los recortes salariales y la eliminación del gasto social en países realmente pobres como Níger, éstas se tradujeron en una hambruna y en muchísimas muertes. En Europa, tenemos algo más de margen, contamos con algunos cojines. Pero la economía griega ya se ha reducido en más de un 5% este año, el desempleo se ha disparado, los pequeños comercios se están hundiendo y se está privatizando absolutamente todo.

Es una política criminal concebida para empujar a los trabajadores al siglo XIX, para deshacerse de los beneficios sociales por los que la gente luchó durante muchas generaciones. Como siempre, los ricos se escaparán y el capital internacional vivirá días de gloria con las oportunidades que ofrecen las privatizaciones. La gente corriente está pagando el doble por la crisis financiera: primero para rescatar a los bancos y, ahora, para sacrificar y arruinar a sus propios países y medios de vida.

¿Qué respondería a aquellos que dicen que la culpa es de Grecia y de su incapacidad para controlar las finanzas públicas?

La gente dice que los griegos no pagan impuestos. Y así es en el caso de los ricos, que tienen mucho dinero en Chipre, un paraíso fiscal muy conveniente. Según los datos de una sociedad financiera suiza, sólo el 1% del dinero griego depositado en bancos suizos se declara en Grecia, y sólo el 3% en el caso de Francia. Los griegos no están jugando en solitario. Grecia también ha mantenido un presupuesto militar relativamente alto. Incluso cuando Turquía -supuestamente, el enemigo- propuso una reducción conjunta del gasto militar, los griegos se mostraron en contra.

La Iglesia ortodoxa griega, principal propietaria de tierras y bienes inmuebles del país, paga cero impuestos, lo cual no tiene ningún sentido. Hay también una gran economía sumergida. Y cuando el partido PASOK llegó al poder, se encontró con que sus predecesores habían amañado las cuentas y minimizado todo lo que debía el país.

A pesar de eso, deberíamos recordar que Grecia representa un mero 2% de la economía europea. No da para justificar esta increíble crisis o drama. Alemania y el Banco Central Europeo (BCE) no están tratando el tema como una cuestión económica de endeudamiento e impago, sino como una obra moral en la que hay que castigar a los griegos.

Incluso si incluimos a Portugal e Irlanda, estamos hablando de una pequeña parte de la economía de la eurozona. Con España, las cosas empiezan a ponerse más serias, ya que representa en torno al 11% de la economía europea. E Italia... bueno, nadie quiere siquiera plantearlo.

Lógicamente, la austeridad sólo empeorará las dificultades económicas: menos ingresos fiscales, más desempleo, bajas inversiones, una mayor economía sumergida, etcétera. Además de un tremendo sufrimiento humano y un posible derrumbe del euro. No ha habido ni un solo caso en que un país mejorara su situación con las políticas de austeridad del FMI.

Los economistas neoliberales han conseguido eliminar toda la memoria histórica de los años treinta, cuando se utilizaron políticas keynesianistas para luchar contra la Gran Depresión. En lugar de ello, nos vemos enfrentados a un enconado problema de deuda, a una economía estrangulada por la austeridad y a ninguna esperanza de recuperación.

¿Cree que Grecia debería haberse declarado en quiebra? ¿Qué alternativas debería de haber seguido Grecia?

Los griegos no pueden pagar y entrarán en quiebra. Ya lo han hecho, pero nadie lo está llamando así. Después de llevar al país al borde del precipicio, se utilizará algún apaño para disfrazar la realidad.

Si yo hubiera sido [el primer ministro griego] Papandreou, habría dicho: «No podemos pagar y no pagaremos». Después, habría calculado qué porcentaje de esa deuda es «odiosa», un concepto jurídico que equivale a ilegítima, y qué podría afrontar razonablemente el país con el tiempo.

Después, habría declarado que Grecia no pagaría un X% -digamos la mitad, el 50%- de la deuda, y propondría negociar con todos los bancos privados para determinar con qué condiciones se pagaría el resto: con plazos de vencimiento más largos, menos tasas de interés, etcétera. Los bancos deberían elegir entre no recibir nada o recibir el 50 por ciento de algo. Y recordemos que no tienen un Ejército, así que no van a invadir Grecia. Y Grecia ni siquiera tendría que salir de la zona euro porque los tratados no prevén disposiciones para obligar a un país a abandonarla.

Está claro que las medidas provisionales no funcionarán en Irlanda ni en Grecia. Ni siquiera estoy segura de que esa sea la idea. En los países en desarrollo, y ahora en Europa, la deuda permite a los acreedores ejercer una especie de colonialismo sin necesidad de recurrir a un Ejército o a una administración imperial. No es ninguna casualidad que los latinoamericanos priorizaran devolver el dinero al FMI en cuanto se lo pudieron permitir. Era la única forma que tenían para poder retomar el control de sus economías.

Deberíamos recordar lo que escribió Keynes en los años veinte en su «Consecuencias económicas de la paz». Keynes advertía que Alemania no podría pagar sus deudas de la posguerra y que eso se pagaría, nunca mejor dicho, con el infierno. Y así fue, pero Alemania obtuvo un acuerdo para la deuda totalmente distinto después de la Segunda Guerra Mundial, por el que se limitaba el servicio de la deuda y el pago de los intereses tremendamente; unas condiciones que ahora no están dispuestos a ofrecer a Grecia.

¿Quién cree que es responsable de la crisis?

Son el sector financiero, los políticos nacionales y locales, los políticos europeos y, por supuesto, el Tratado de Lisboa y las estructuras del Banco Central Europeo, que mantienen a la eurozona en una camisa de fuerza económica.

Nadie obligó a los bancos franceses y alemanes a comprar tanta deuda griega. Los mercados financieros asumieron, sencillamente, que los bonos griegos eran igual que los alemanes; pero ahora se han dado cuenta de que los bonos griegos son griegos, y están decididos a recuperar tanto dinero como sea posible a los tipos de interés más altos que puedan, y sin tener en cuenta los costos sociales.

Y muchos gobiernos europeos gobiernan claramente en nombre de su sector financiero. Pero están jugando con fuego, y aún pueden hacer saltar por los aires la eurozona, con lo que se abriría un panorama incierto.

¿Cuáles son los problemas estructurales del euro que han contribuido a la crisis?

Yo soy una ferviente europea, por lo que me gustaría que el euro durara, pero ahora mismo no tenemos la maquinaria económica y social para seguir con él. Tenemos una divisa común, pero no tenemos políticas fiscales, económicas ni sociales comunes. En lugar de aumentar los impuestos, los gobiernos están compitiendo para reducirlos, como en Irlanda, que tiene un impuesto de sociedades del 12,5 por ciento.

Tenemos un presupuesto europeo ridículo, ningún impuesto paneuropeo y ningún impuesto sobre las transacciones financieras. Las transacciones mundiales, sólo sobre los mercados de divisas, se sitúan ahora en la astronómica cifra de 4.000.000.000.000 dólares al día. Incluso aunque sólo le impusieran un gravamen de 1/10.000, se recaudarían unos 400 millones de dólares al día. Y con ese dinero se podrían solucionar muchos problemas.

El obstáculo es el Banco Central Europeo, no el euro en sí. El Banco Central Europeo no presta a los gobiernos, sino a los bancos, al 1% o menos. Y después, los bancos prestan a los gobiernos. La deuda a corto plazo de Grecia e Irlanda tiene un estatus de «basura», y ahora tiene un precio del 20%.

El BCE, a diferencia de otros bancos centrales, no emite eurobonos o títulos europeos. De forma que los que gobiernan en realidad son los bancos y las agencias de calificación de riesgos. Necesitamos eurobonos, no sólo para desincentivar la especulación desenfrenada contra países concretos, sino también para que Europa puede invertir en grandes proyectos medioambientales y de infraestructuras que ningún país puede afrontar en solitario.

¿Hay otros problemas de la gobernanza económica europea que hayan contribuido a la crisis?

Uno de los motivos por los que luchamos tan duramente contra el Tratado de Lisboa en Francia es que consagra la política económica neoliberal en el corazón de Europa, y establece el marco para el tipo de crisis a las que debemos hacer frente hoy día. Ahora, la Comisión Europea quiere examinar los presupuestos nacionales de cada país antes de que los voten sus respectivos parlamentos para asegurarse de que cumplen con determinadas normas. Se trata de un ataque directo a la democracia.

En la Comisión Europea todo se juzga en función de la «competitividad», que lleva, entre otras cosas, a una competición suicida entre los propios países europeos. No todo el mundo puede ser Alemania. En la eurozona, el gasto público se sitúa aún en torno al 50% del PIB, pero las grandes empresas y el capital quieren hacerse con el control de todo lo que puedan. De nuevo, se nos está arrastrando poco a poco al siglo XIX.

¿Cómo deberían responder los movimientos sociales a la crisis? ¿Qué alternativas podemos poner sobre la mesa?

Para empezar, someter a control al sector financiero, gravar las transacciones financieras, y obligar a los gobiernos europeos, especialmente a los de la eurozona, a actuar de forma solidaria entre sí.

Realizar auditorías de la deuda para determinar qué parte de ella es «odiosa» o ilegítima.

Desarrollar un mecanismo para solventar la deuda que no esté totalmente sesgado a favor de los acreedores.

Necesitamos eurobonos y una nueva carta para Europa, en que el BCE sea algo más parecido a la Reserva Federal estadounidense.

Usar el bancor de Keynes [el «bancor» es una unidad monetaria internacional propuesta por J.M. Keynes a las negociaciones que establecieron los Acuerdos de Bretton Woods, en 1944] como divisa para el comercio. Pero para hablar de eso, ¡necesitaríamos otra entrevista!

Mientras tanto, estaría más que contenta con que las agencias de calificación de riesgos fueran organismos públicos y sin ánimo de lucro, y que sean los gobiernos, no los bancos, los que gobiernen para los ciudadanos y las ciudadanas.

Texto original en: www.tni.org/es/interview/acabemos-con-el-control-financiero-en-la-gobernanza-europea

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