Adolfo Muñoz Sanz Secretario General de ELA
Son unos irresponsables
Adolfo Muñoz denuncia en su artículo la sumisión de la clase política al capital. Prueba de ello son el rosario de medidas y reformas que, en el Estado español, ha aplicado el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, preservando en todo momento los privilegios fiscales de las rentas altas y del capital. Al igual que Estados Unidos, asegura, Euskal Herria también tiene su particular Tea Party, que alarma con la afirmación demagógica de que gravar a los capitales penaliza la economía y el empleo, cuando en realidad las políticas mencionadas conducen a un colapso de la economía real y del empleo.
Se les ha ido de las manos. La clase política que toma decisiones presta servicios al capital para favorecer más su acumulación y para destruir los elementos que determinan una distribución más justa de la riqueza: el derecho laboral, la negociación colectiva, desfiscalizar las rentas altas y de capital, privatizar aún más la economía... ¿Hasta dónde piensan seguir por esa vía? ¿Hasta dónde la política dará cobertura?
Zapatero dijo: «Para ganar la confianza de los mercados haré las reformas necesarias, por duras que sean». Cuando dijo eso -en Mayo de 2010- la «prima de riesgo» se encontraba en 160 puntos y, una vez realizadas esas reformas, está en torno a los 400. Es lo que sucede cuando se cede al chantaje. Cuando el chantajista sabe que surte efecto, lo hace una y otra vez. Tenemos derecho a exigir responsabilidades... ¿Para qué han hecho todas esas reformas? Han dado más poder al capital, han hundido la economía real, hay más desempleo...
Zapatero representa intereses del poder financiero y de la gran empresa. No tendrá problemas, ahora que se va, para encontrar trabajo en una gran empresa. Igual que González, Aznar, Solbes... Son demasiados los líderes políticos que sin solución de continuidad pasan de gobiernos a las grandes empresas privadas. Es así cómo les agradecen los servicios prestados. Es una parte de la explicación: la política está penetrada por intereses privados hasta el tuétano.
A los bancos y las cajas les han realizado pruebas de estrés. No ofrecen mucha credibilidad sus resultados. Dicen, quienes saben, que si en sus balances colocaran los activos inmobiliarios a «precios de mercado» difícilmente superarían las pruebas. El gobernador del Banco de España (cínico por excelencia) exige que se siga atacando derechos laborales y sociales y que se aumente la privatización (pronto será el copago). Nadie, desde el poder político, le dice que se calle. Al contrario, hacen lo que pide. La banca es un agujero sin fondo consecuencia de un pasado irresponsable, el de la orgía especulativa. Y han decidido que paguemos con derechos sociales y laborales su irresponsabilidad. Los intereses financieros se oponen a los intereses públicos y, sin embargo, gracias a su poder en la política, ésta solo mira por la banca.
Sí, están pasando cosas muy graves a las que hay que buscar explicación. El Informe GRECO (órgano dependiente del Consejo de Europa para luchar contra la corrupción) dice que en el Estado español los bancos cancelan (perdonan) los créditos a partidos políticos, que no les cobran. ¿A qué se debe ese dispendio? Es muy sencillo: A que esos partidos trabajan para la banca.
Zapatero no tenía mayoría. Lo está haciendo con el apoyo del PNV, CiU, UPN, CC... La reforma laboral era «para reducir la temporalidad» y, sin embargo, la temporalidad está aumentando; los recortes de mayo de 2010 (entre ellos los salarios de empleados públicos); la congelación de pensiones de 2011; la reforma de pensiones (acordada con CCOO y UGT para favorecer la extensión de los ruinosos Fondos Privados de pensiones); la de negociación colectiva para empobrecer las condiciones de trabajo; la privatización de cajas para regocijo de Botín y los suyos, que ha manifestado que en tres años su negocio crecerá un 50%...
Se conjuran para hacer la política más antisocial que se podía esperar. La crisis es la excusa perfecta para hacer cosas que tenían pendientes. Hace dos años nadie era capaz de imaginarse que fueran a llegar tan lejos. Es más, nadie sabe qué sucederá en los próximos meses. ¿Qué es lo que sabemos? Que se les ha ido de las manos, que a quien manda -el capital- todo le parece poco y que esos partidos son incapaces de enfrentarse a la dictadura del capital.
Tres años después del inicio de la crisis, el capital sigue utilizando como le viene en gana los paraísos fiscales. Más que nunca, dicen los que saben. No han hecho nada contra eso. Al contrario, nos dicen que al capital hay que tratarlo con cariño, que hay que reducirle los impuestos, que hay que dejarle tranquilo... El mismo argumento en todos los lugares. En USA, Obama hace caso al Tea Party, que logra arrastrar al Partido Republicano y al Demócrata. En Perú, las multinacionales mineras le dicen a Ollanta Humala que ni se le ocurra subir impuestos a las empresas; mientras, las clases populares se mueren de hambre. En Euskal Herria tenemos nuestro particular Tea Party que es tremendamente eficaz. Usa la misma demagogia: que gravar a los capitales «penaliza la economía y el empleo». No tienen ninguna vergüenza. No quieren explicar quién se beneficia de que padezcamos la menor presión fiscal de la UE (8.000 millones de menor recaudación), ni qué destino especulativo y de evasión tienen los beneficios empresariales... El Tea Party vasco sabe muy bien que los poseedores de rentas que nos son de trabajo que pagan impuestos lo hacen porque son tontos. La colaboración de las haciendas con el fraude hace que éste sea completamente impune. Hay que gravar al capital; sin duda que hay que hacerlo.
Y con viento a favor, la patronal dice que lo tiene claro: Menos salarios, más jornada, más flexibilidad... lo que se traduce en menos empleo. ¿De verdad que representan a la economía real? Quieren que menos gente trabaje más horas. Y todo eso en una economía deprimida. Estas políticas conllevan a una espiral perversa; conducen al colapso de la economía real y del empleo. Se oculta que los salarios, en los últimos años, han perdido más siete puntos en la distribución de la riqueza. Y por si fuera poco, para extender precariedad la patronal cuenta con las administraciones; por ejemplo, en las obras públicas promovidas por diputaciones y gobiernos, muchos trabajadores se ven obligados a trabajar 12 y 14 horas al día a cuatro y cinco euros la hora. El convenio no se cumple. Es pura explotación.
Un representante de Confebask ha dicho que «disfrutamos de unas condiciones de trabajo excelentes». No les basta con la reforma laboral y la de negociación colectiva y quieren poner los convenios patas arriba.
Dice Gunter Grass (y estamos de acuerdo) que el sistema capitalista es depredador de derechos laborales, sociales, del medio ambiente... y que hay que plantearse preguntas que hasta hace poco eran consideradas «políticamente incorrectas». Nosotros insistimos: no sólo son posibles otras políticas, son socialmente imprescindibles. Como imprescindible es recuperar una cultura política democrática. La clase política a la que nos referimos hace la función de lobbies... Y cuando las cosas son así, la democracia en la práctica se convierte en una quimera.
El sindicalismo tiene mucha responsabilidad: tiene que socializar alternativas y movilizar, tiene que organizar a los trabajadores y trabajadoras para ser útil a los suyos. Y hay cosas que no tiene que hacer: No tiene que colaborar en el letargo social que gobiernos y capital desean para llevar adelante su agenda. El sindicalismo tiene que ser vanguardia; le va su credibilidad en ello.