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Xabier Silveira Bertsolari

Por no currar, lo que sea

Tras el fin de estos años de bonanza económica en el sector motivada por la actividad armada de ETA, ahora que su militancia -la de ETA, claro- ha sido enviada al paro, lo último que querrían los sicarios es acabar como ellos

Aita eta amak nahiko ninduten/fabrika batian / etorkizuna borrokatzeko/altzairu artian./Bide txidorretik noa/agian nere kaltian/ baina ez dut uste nabileni- kan/horren apartian. Xabier Lete lo reconocía públicamente, pese a que para él Txirrita era un desgraciado (falto de gracia de dios, no un pringau) justamente por ser un vago. «Txirrita, gizarajua, alperra zan», le escuché decir una vez. Parece que no solo él lo fuera. Me supera la obsesión que invade a mentes y dementes, supuestos comunicadores sin apenas don de gentes que confunden ser entretenido con ser un impertinente y harían lo que fuera por salir en la tele. Y lo peor es que muchos, cada vez más, lo consiguen. Yo soy, bueno no, yo no, Silveira es un buen ejemplo. Saciada la sed de ser, plasmada la victoria con una palmada en la espalda, toda persona agraciada con el éxito que suponemos que es ser reconocido en público busca el escalón superior: vivir de lo que a uno le gusta. ¡Como si los halagos se pudieran comer!

Pero la vagancia derivada del ego exagerado, tiene también, como no, su negativo en esta película. Cuanto más desapercibidos pasen, mejor, cuanto menos se les vea, mejor. Apoyados en una esquina intentando verlo todo, apostados tras sus gafas oscuras y casi siempre rodeados por bolsos cruzados que para nada conjuntan con sus ropas de txakurra, para vagos los escoltas. Eso sí que cuesta entenderlo y no lo de querer ser la reencarnación de Txirrita. No sé si demasiado vagos para ser policías o no lo suficientemente inteligentes para no serlo, el caso es que son la raza canina más despreciable que ha pasado por este país. Ahí es nada camarada. Como pedo que no llega a cagada, su frustración que los precede y a la vez les hace de nalga, cuando de críos les preguntaban qué querían ser de mayor, ¿ellos que responderían? ¿Guardaespaldas?

Tras el fin de estos años de bonanza económica en el sector motivada por la actividad armada de ETA, ahora que su militancia -la de ETA, claro- ha sido enviada al paro, lo último que querrían nuestros amigotes los sicarios es, solo faltaría, acabar como ellos. Tanto luchar por el fin de ETA y ahora mira. Dios ¡qué injusta es la vida!

Aún así esta gente, emprendedora que es, no se va a quedar cruzada de brazos mirando como se juega con sus puestos de trabajo. Serviles como ellos solo lo son y en vista de que en Irak o Afganistán tampoco hay mucho curro se muestran ahora dispuestos a ofrecer sus servicios a las mujeres amenazadas de muerte por sus maridos. ¡Es que son más buenos! Sin tener muy claro que vayan a escoltar a las mujeres o a vigilar a sus potenciales asesinos me urge una cuestión: ¿Quién vigila a estos pistoleros? Y ya puestos: ¿Sabemos cuánto cobran por lo que hacen? ¿O debería decir por lo que no hacen? Incluso me atrevería a preguntar lo siguiente: ¿Bo habría sido el enterrador que cobraba por horas quien mató a todas aquellas personas? Dicen que está forrado.

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