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A la UE ya no le queda periferia para quemar

Después de varias semanas en las que la crisis de la deuda ha zarandeado a la economía española y a la italiana a su antojo, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, admitió ayer lo que todos los líderes de la Unión Europea tienen presente desde el rescate de Grecia pero que muy pocos se han atrevido a verbalizar en este año y medio: el problema no se limita a la «periferia de la zona euro» -en esos términos se expresó el político portugués- sino que afecta al conjunto de la eurozona y a la propia moneda única, cuyo futuro puede verse comprometido.

No es una reflexión nueva, siempre ha estado ahí, pero la crudeza con la que se expresó Barroso muestra un estado de nerviosismo parejo a la facilidad con la que los mercados han ido apartando las «trincheras» griega, irlandesa, lusa, y todo hace indicar que también la española y la italiana, antes de desbaratar el anclaje del euro. La petición a los estados miembros de que finalicen e implementen todos los detalles del segundo rescate a Grecia y del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, apenas unas semanas después de que los jefes de estado y de gobierno llegaran a un trabajado acuerdo en Bruselas, tuvo un tono angustioso que no ayudará a calmar a los especuladores. Como tampoco lo hizo la comparecencia del presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, cuya intervención fue respondida por un desplome generalizado en las bolsas.

Ya no queda «periferia» ni países PIGS que usar de parapeto. La crisis, que algunos mandatarios creyeron poder capear y utilizar para reforzar su posición en el Eurogrupo, se ha desatado, y el efecto de las medidas apenas duran unos días o unas horas. La prima de riesgo ya no sólo alarma en Roma o Madrid. El Estado francés ha asistido esta semana a peligrosos repuntes de la suya, y aquí hablamos ya del núcleo del euro. Hasta ahora han imperado las estrategias locales de los estados y ahora puede que ya sea tarde para cualquier otra.

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