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Ensayo

Una esposa de Mailer

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Iñaki URDANIBIA

Si digo «una» es debido a que el escritor estadounidense tuvo seis esposas, y ésta fue la última; ya antes, la tercera, Adele Morales escribió sobre tal caballero en «La última fiesta» (Circe). Norris Church Mailer (1949-2010) se suelta el pelo pelirrojo y habla de quien fue su marido durante más de una treintena de años, pero también habla de ella y habla de ambos desde su propia óptica; «Norman se salió con la suya y he escrito sobre él. Pero, como le dije a su espíritu, además de tu vida es la mía, y la escribiré a mi manera», y así lo hizo como digo.

Barbara Norris se presenta a sí misma y nos lleva a los años anteriores a su vida matrimonial con Mailer que le transformó la existencia, a sus años de formación en una rígida educación baptista, el ambiente hippie, su posterior boda con un novio del instituto que luego sería militar en la guerra de Vietnam, etc.

Cuando la mujer de veintiséis años, a la sazón profesora de arte en un instituto , divorciada y con un hijo, conoció al que ya era destacado escritor y enfant terrible de las letras americanas, y se fueron a vivir juntos nadie daba un duro por tal unión al considerarla como un capricho más del vividor autor de «Los desnudos y los muertos» que contaba con el doble de edad que la mujer.

La esposa nos abre las puertas de su relación, de las frecuentes disputas, de las infidelidades y las escapadas de ese ser escandaloso, hombre de las letras norteamericanas que con cada libro armaba el pollo ya sea por las críticas al espíritu guerrero de los dirigentes de su país, por la inhumanidad de la aplicación de la pena de muerte... El caso es que Norman Mailer nunca dejaba indiferente a nadie, y por supuesto tampoco a quien vivía junto a él. Con ellos asistiremos a ajetreos varios que se desplazan entre viajes por todo el mundo, animados partys con lo más granado de la sociedad neoyorkina, presentaciones librescas, etc. Esta mujer que le dio al escritor su último hijo también le ofreció -como él mismo admitía- la estabilidad necesaria para poderse entregar por completo al oficio de escribir.

Una visión poliédrica de ese peso pesado de las letras presentada en sus aspectos más íntimos, con una soltura ejemplar y sin reparar en gastos. Responde el tono y la sinceridad descarnada de la biografía a aquella afirmación que hiciese la dama al ser preguntada acerca de cómo era vivir con Norman Mailer, «es como vivir en un zoológico. Un día Norman es un león, el siguiente es un mono. De cuando en cuando es un cordero, y la mayor parte del tiempo es un asno». No se queda corta la señora, no y el entretenimiento está servido.

Que nadie tema penetrar en este número del «circo americano», que nadie se retrase ante la llamada de otro de los grandes artistas americanos, Jim Morrison: «¿Estamos todos? La ceremonia va a empezar», y una vez sumergidos en el libro no nos faltará el aliento para seguir a Norris Church Mailer en su seguimiento de la estrella de nombre Norman Mailer.

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