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Raimundo Fitero

Obsesión

Lo decía el cantor: «más que amor, es obsesión» y considero que ante ciertos programas o personajes públicos, más que crítica es obsesión lo que yo siento. Abiertas navajas buscando el corazón, debo encaramarme al escabel para mostrar mi repulsa integral al programa «Corazón de verano» que emite con descaro vicario la primera estatal, sin aparente publicidad, por lo tanto sufragado por los impuestos generales. Desde su nacimiento cuestionamos su existencia porque es la versión más criminal del famoseo, ya que se hace con tanta empatía, con un tratamiento tan meloso que todo parece una excelencia social, un lugar al que llegar, cuando en la inmensa mayoría de los reportajes están hablando de la parte más detestable de la sociedad, la parasitaria.

Pero si podemos admitir como una derrota ética el que se emita, lo que ya es insoportable es el tono de los locutores y locutoras, el texto que leen, porque es ahí donde se completa la fechoría, la penetración con vaselina en el cuerpo social. Ese tratamiento de cuento de hadas, ese cúmulo de tópicos, de frases hechas, con una pose de elegancia y asepsia falsa, porque lo que ofrecen es similar al resto de las cadenas donde, al menos, existe un cuestionamiento, deleznable en sus formas muchas veces, pero bastante más dialéctico, si se me permite utilizar este concepto tan denostado últimamente.

En el programa de TVE se trata a la Casa Real con una pleitesía abominable. La manera de acercarse a las excrecencias de la monarquía, sus jueguecitos navales y demás gastos injustificables es para indignarse y suspender el programa, aunque quizá si suspendemos primero la monarquía se acabaría el programa. Pero donde me ha entrado la crisis fóbica es al escuchar los comentarios sobre las imágenes del príncipe Alberto y su esposa en el baile de la Cruz Roja en ese club de alterne y juego que llaman Mónaco. De verdad, si decir, «que sus miradas de complicidad», «han estado pendientes uno del otro, demostrando que están enamorados», era para que nos provocara risa, no lo lograron. Y si iban en serio, entonces me solidarizo con estos becarios y les busco hora en el terapeuta.

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