La respuesta que PNV y Aralar han dado a la oferta que la izquierda abertzale, EA y Alternatiba les han hecho llegar de cara a las elecciones del 20-N deja en evidencia la dificultad que ambas formaciones tienen para mirar más allá del interés partidista. La formación jeltzale, de hecho, apenas tardó unas horas en expresar en boca de su presidente el rechazo a una unidad de acción, esgrimiendo que su partido tiene un proyecto político propio y diferenciado. Sin embargo, esa afirmación resulta una obviedad a la que se puede contraponer el hecho de que las tres fuerzas que han realizado la oferta tienen también sus propios proyectos, pero que ello no les ha impedido acordar un planteamiento común. De eso se trata cuando se habla de alianzas, de aparcar las diferencias de proyecto en favor de un objetivo común, en este caso, llevar a Madrid la voz de la mayoría política vasca.

En el caso de Aralar, argumentar que la CAV y Nafarroa representan dos realidades diferentes y priorizar en este herrialde la opción de NaBai porque obtuvo unos votos más que Bildu supone que no ha entendido o no ha querido entender la oferta. La idea que se ha puesto sobre la mesa es concurrir conjuntamente en los cuatro herrialdes con la fórmula, la que sea, que entre todos acuerden. Concurrir en clave de país. Lo contrario es mirar por las siglas.