Gontzal Mendibil | Abeslaria
Topografía sentimental
Pero, ¿qué es lo que queréis los vascos? -me decía hace poco un amigo madrileño-, si tenéis plenos poderes, tenéis una amplia autonomía, un parlamento, poderes fiscales, control sobre la mayoría de los asuntos de salud, educación, cultura, incluso tenéis una policía propia». Me temo que lo que queremos los vascos es ser no diferentes a ti como ciudadano español que eres, sino ser como tú, es decir, un ciudadano vasco que piensa, decide y actúa como vasco. Un ciudadano de la aldea pequeña que se abre como tal a la aldea global..
Si a mí me quisieran, le replicaba yo, deberían querer y aupar mi cultura, ya que España en teoría es «un país plurinacional y pluricultural» pero no es así, no ejerce como tal, y la realidad es que de mi cultura apenas se sabe nada, ni interesa saber. El menosprecio es evidente. Y yo siempre opino que a quien no te quiere le dejas de querer. Esto pasa en las dos direcciones, así pues, inevitablemente la opción única y válida, y no hay otra, es que el sistema patriarcal imperante le deje decidir al vasco lo que quiera ser. Eso y no otra cosa es la grandeza de la democracia, que siempre debe guiarse por la equidad, por el sentir mayoritario de los ciudadanos y el respeto a las minorías en su actuar. Pero está claro que el nacionalismo dominante tiene un escaso sentir democrático y que no admite las exigencias del nacionalismo subyugado por él.
Hace apenas unos días vimos un claro ejemplo de despropósito de esa «España, una, grande y ...menos libre», cuando el seleccionador de la sub-19 le despojó la enseña asturiana al jugador asturiano Juan Muñiz. Ya lo dice el refrán: «Cómo quieres que te quiera si a mí no me quieres».
España tiene un problema de Estado en un Estado lleno de problemas. La economía española está en periodo de desánimo, pero la política está estancada y necesita un cambio de percepción porque el agua que no fluye se pudre. Es inevitable que abra resortes, compuertas y canales para que el agua discurra en beneficio de todos.
Imaginémonos por un momento una Euskadi independiente de España. -Lo veo inviable me contesta mi amigo-. Ya ya, pero nada es eterno e intocable; imaginémonos que por un deseo, necesidad o convicción de cambio constitucional se refleja esa posibilidad, ¿qué pasaría?. No pasaría nada, absolutamente nada. Evidentemente seguiríamos manteniendo relaciones en todos y en cada uno de los aspectos. Los unos cooperaríamos con los otros, en la cultura, en el deporte... y por supuesto en la economía que habría de fluir y confluir. En la Europa multicultural y descentralizada habrán de circular todo tipo de transacciones. Habría exenciones fiscales, es decir, estaríamos libres de pagar impuestos a España. Obviamente, tampoco obtendríamos ayudas o beneficios de ella. Nos deberíamos a Europa como Estado propio e independiente. Eso sí, todo esto no sería por un privilegio sino por derecho propio.
Llegado el caso en el que El País Vasco fuera un Estado independiente, Euskadi dejaría de ser nacionalista, para ser y proclamarse sólo como vasco. Sinceramente sería lo más conveniente para ti como para mí. Pero para eso han de cambiar muchas cosas. Primero, el prisma ideológico de mirar y analizar las cosas, desquitarnos de los dogmas, superar los miedos y movernos de acuerdo a la realidad. La realidad es tozuda y la decepción de unos es la satisfacción de otros. Le dije a mi amigo que el sentir mayoritario de los vascos es cual es, y esto en democracia se ha de respetar.
Le transmití que el nacionalismo en su configuración y planteamiento es pura topografía sentimental. Somos lo que sentimos, y es lo que nos mueve. No es un invento como nos quieren hacer creer, sino que se construye sobre lo que existe.
Cuando Iparragirre acuñó a mediados del siglo XIX su Gernikako Arbola es porque dio nombre y sentido a algo que estaba en el corazón de las personas. Cuando Sabino Arana teorizó y dio forma y contenido al nacionalismo, no lo inventó, sino que era reflejo de lo que vivía. Cuando Picasso pintó el «Guernica», no lo inventó, sino reflejó la angustia que allí se vivió.
«La invención del nacionalismo» afirman «ilustres historiadores y politólogos». Pero, a decir verdad, casi nada se inventa, todo viene por un sentir, por un vivir y por una necesidad de plasmar lo que se vive: Es la razón del sentimiento. Y «El sentimiento es sagrado y mueve montañas».
Muchas son las poesías, canciones que hacen referencia a la tierra, al sentir topográfico. Canciones que perduran y que almacenamos en nuestra memoria y en nuestro corazón. Por citar algunas: «Oi Lur», «Oi Ama Euskalerri», «Agur Zuberoa», «Hara nun diran», «Agur Euskalerria», «Gernikako Arbola», «Ikusi mendizaleak», «Araban Bagare»...
Ymi amigo me comentó, «pero has leído que van a prohibir pasar la Vuelta Ciclista a España?» y «¿lo que ha dicho la concejal de cultura de San Sebastian con respecto a la venida de las estrellas de cine?». Yo le contesté que no me muevo por un prisma ideológico sino sentimental, y le comenté que soy partidario de que vengan todas las estrellas del mundo y que troten todas las bicicletas sean de donde sean, porque eso no hace más que engrandecer nuestra tierra y nuestra forma de ser. Pienso que si un pueblo tiene clara conciencia de lo que es no tiene por qué preocuparse, y por tanto, por qué oponerse a este tipo de eventos.
Valga mi definición de considerarme euskaltzale y abertzale en el sentido más profundo y amplio de miras y horizontes. Es decir, me reafirmo y aplico aquello que hace ya mucho plasmara nuestro bardo Iparragirre: «Eman ta zabal zazu munduan fruitua». No se trata de imponer banderas ni fronteras, se trata de plasmar cada cual lo suyo y proclamar desde allí la interculturalidad. Y es por ello que me parecería una falta de sana identidad y de perspectiva que cortáramos el camino a las estrellas y el camino a las bicicletas. Me reafirmo en afianzar y expandir nuestra cultura, lo mismo que en atraer otras culturas y otros eventos que dan, no cabe duda, más empaque a lo nuestro. Por ello, lo uno no quita lo otro. En cuanto al futuro de mi pueblo, le dije a mi amigo que soy optimista, pero que en estos tiempos de crisis y de cambio a todos nos va a tocar reflexionar, y mucho.
Hay una inscripción que aparece en uno de los salones, junto al fuego bajo, del Castillo de Urtubi. «BILTZEN, BEROTZEN, B(P)OZTEN». Juntándonos, calentándonos, alegrándonos. Es quizás, el momento en el que debiéramos de aplicar este nuevo discurso de avivar el Fuego de la madre que nos de refugio a todos, e ir desterrando las proclamas y discursos patriarcales de resistencia e imposiciones.
Quizá, y a pesar del exacerbado individualismo y materialismo de hoy en día, sean tiempos de volver a nuestro origen matriarcal de arrope y de recogimiento, de promover la confianza y la convivencia, de afianzar e impulsar el naturalismo que surgió como una derivación del realismo. Son tiempos de cuidar la casa desde dentro y desde fuera, y para dentro y para fuera. A todos nos va tocar aplicar el sentir topográfico con inteligencia y sentido común. Son tiempos de aceptar la realidad y de convencer mas que de vencer. Son tiempos de nuevos procedimientos.
Aquienes nos dedicamos al arte, se nos acusa de pecar de demasiado ingenuos, pero contamos lo que sentimos. Y digo que el ensueño y la determinación son indispensables para cualquier logro en la vida.
Para acabar, algunas anécdotas que me han sucedido en estos días. Me topé con un analista periodista, y me dijo, «Gontzal, eres un iluso y un ingenuo». «Pero sigue así», remarcó en su despedida. Otro señor me para y me dice, «Gontzal sigue escribiendo sobre lo que somos y sobre nuestra identidad». Y continuó diciendo «...yo soy nacionalista porque me sale de los cojones, porque me gusta más la merluza a la vasca que los chanquetes». Todo ello lo dijo con convicción pero con sorna. ¡me reí, claro está!.
Y me decía un simpático ecuatoriano empleado en una panadería: «aquí con la crisis la cosa se está poniendo fea y he decidido marcharme a mi tierra. Lo que me da pena es que mi hijo quiere a esta tierra, sabe euskera y es del Athetic. Me da pena por él, porque se siente de aquí», remarcó.
Este pueblo es muy persistente en sus sentimientos, debe ser cuestión de carácter. Aquí, la evolución topográfica se inscribe con la fuerza energética del sentimiento que es capaz de abrir canales para que el río llegue al mar. En fin, no se si mi amigo captó todo lo que dije o lo que le quise decir. Pero es la evidencia de nuestra topografía sentimental.