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Raimundo Fitero

Indignación global

Parece muy In ser o estar indignado. Existe una corriente de indignación televisada que nos ocupa unos minutos diarios de los noticiarios televisivos. Los del norte de África han quedado sepultados bajo los escombros de la guerra situacional Libia, de vez en cuando nos dicen que en Marruecos existen algunos intentos, pero nos ponen las cámaras mirando a Damasco que es donde se está preparando la próxima intervención de los ejércitos que más nos indignan. Pero en esa franja mediterránea, aparecen unos indignados que se cuentan por cientos de miles: los israelitas. Y sus protestas multitudinarias parecen tener más que motivos, los salarios han subido sobre un uno por ciento, mientras que los alquileres suben un trescientos por cien.

Cuando nos cuentan y nos enseñan unas imágenes tomadas desde un altura que abría mucho el campo de visión, de que la manifestación tiene sobre trescientos mil indignados israelitas, cuando entrevistan a algunos de los manifestantes y se alinean con lo que significa el 15-M, empezamos a despertar de este sueño y nos colocamos en un territorio de la duda esclarecedora, porque resulta que si la indignación se globaliza, si en todos los lugares de la tierra el pueblo votante empieza a pensar, a discutir, a estudiar otras alternativas a las que se ofrecen de manera machacona en el bipartidismo con matices, si se cuestiona de una vez el propio sistema capitalista y sus propagandas, si se acaba con la escalada armamentística, las intervenciones globales de los ejércitos imperiales; si todos miramos primero el saldo, antes de comprar, a lo mejor esto tiene alguna solución.

Pero si todo es un juego de moda, una pose, una manera de entretenimiento sin más proyección que la de indignarse ante las cámaras, si resulta ser la válvula de escape del propio sistema, cuando esto se convierta en humo, en recuerdo vacío, en material de relleno para los resúmenes televisivos del año, la depresión será terrible, las esperanzas acabadas, cercenada la pequeña utopía de la revuelta civil, la terca realidad aporreando en el horizonte estrecho teñido de un gris marengo para hacer camisas de fuerza.

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