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La campaña de López ha surtido efecto

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Aritz Intxusta

El domingo por la noche, cuando volvía a casa, me fijé en una cuadrilla de chicos y chicas cuya edad podría oscilar entre los 16 y 18 años, y que iban vestidos de blusas y neskas, porque entre las diez mil pegatinas que adornaban sus ropas de fiesta llevaban grandes adhesivos en los que se reclamaba la libertad de los presos políticos vascos. Estaba a la altura de la plaza de los Fueros y creo que la cuadrilla subía del concierto de Maldita Nerea, que debe ser un grupo murciano cuyo trabajo no tengo el placer de conocer. Poco antes de la Virgen Blanca nuestros caminos se separaron, pero antes de llegar al añorado y lejano hogar, me crucé con varios grupos que portaban las mismas pegatinas. Lo cierto es que en estas fiestas he visto a un montón de gente, sobre todo joven, que llevaba esa pegatina, no sólo en las txosnas o en la Kutxi y sus aledaños, sino por todas partes y a todas horas. Más que nunca y en personas que no alimentarían ningún estereotipo facilón.

Y me acordé del verano de 2009, cuando Patxi López, recién llegado a Ajuria-Enea, decidió emprender una cruzada contra cualquier expresión de solidaridad con los represaliados. Recordé cómo la Ertzaintza, tan presta a todo lo que sea dar leña a los violentos, entró en el recinto festivo instalado con motivo del Ibilaldia en Galdakao, deteniendo a una persona e hiriendo a una docena; la detención de dos jóvenes en Santutxu por llevar una pegatina; la irrupción en txosnas y bares de un montón de localidades que celebraban sus fiestas... Una campaña de acoso que llegó al extremo de que en un gesto inédito los blusas y neskas de Gasteiz cambiaron por un día su tradicional paseíllo a la plaza de toros por una marcha por la libertad de expresión. El año pasado la Policía de Ares volvió a liarla en el homenaje a los familiares del 25 de julio, pero ya en ese primer año de gobierno del cambio se comprobó que el tiro le había salido a López por la culata. Pegatinas, carteles y pancartas brotaron como perretxikos más allá de los recintos festivos y se pudieron ver a porrillo en calles y barrios de todos los pueblos. Dos años después, el jueves, en la bajada de Celedón fueron cientos las banderolas reclamando la libertad de los presos, y en la calle esa demanda ha sido más visible que cualquier otro año. Ergo, la campaña del lehendakari ha surtido efecto pero, como viene siendo habitual, el contrario al que buscaba.

 

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