El «Lunes Negro» fue sólo el comienzo
El mes de agosto comenzó en medio de temores por la posibilidad de que la falta de acuerdo entre republicanos y demócratas sobre la ampliación del techo de la deuda estadounidense pudiera desembocar en un «Lunes Negro» en las bolsas mundiales. Ese acuerdo llegó in extremis, pero no despertó ningún entusiasmo y no pudo evitar que la desconfianza se extendiera, hasta el punto de que ese temido lunes no fue sino el inicio de un mes que puede pasar a la historia por sus funestas consecuencias para la economía global, diametralmente opuestas a la de los especuladores que apostaron por este escenario.
Apenas han transcurrido diez días desde entonces, pero la situación es hoy tan volátil y el miedo -ahora centrado en una posible degradación de la deuda francesa- tan profundo que muchos analistas miraban ayer a aquel último fin de semana de julio casi con melancolía. Los mercados financieros han entrado en barrena, y en menos de dos semanas la cotización de las empresas ha caído en torno a un 20% de media en la UE, cuya privilegiada posición en el escenario internacional cuando salga de la crisis, que no será pronto, será muy diferente a la que era hace cuatro años. Europa saldrá malparada de la crisis, pero el resto de las potencias no lo tienen mejor. Es el caso de Estados Unidos, que ha estrenado una inesperada rebaja en la calificación de su deuda y donde Barack Obama aparece impotente frente a las embestidas de los mercados.
Si en los primeros seis meses de 2011 la crisis de la deuda europea acaparó toda la atención, julio, y sobre todo lo que llevamos de agosto, han despertado el fantasma de una nueva recesión en el conjunto del planeta. Estamos, por tanto, en una situación muy similar a la de comienzos de 2008, sólo que en este tiempo se ha dilapidado una gran cantidad de dinero público, la deuda, el déficit y el paro -el 21% del Estado español es un dato escalofriante- se han disparado y los ciudadanos, paganos de la crisis, ya no aguantan más.