Martxelo Díaz | Periodista
Los desheredados de Margaret Thatcher
Las imágenes de fuego en las calles de Londres, Birmingham, Manchester, Bristol y otras ciudades inglesas han copado los medios de medio mundo esta primera quincena de agosto.
Aunque a regañadientes, el primer ministro británico, David Cameron, ha tenido que suspender sus plácidas vacaciones en la bella Toscana para regresar apresuradamente a Londres y decir que empleará la mano dura contra quienes protagonizan las protestas, a quienes calificó, sin medias tintas, de delincuentes. En la misma línea, TVE llamó «maleantes», con todas las letras, a quienes han salido a la calle a mostrar su frustración ante un sistema que les excluye.
Seguro, que como habitualmente sucede, la mayoría de quienes han visto su coche arder o muchos de los que han tenido que sufrir que les saqueen su tienda, son igual de pringados que quienes han usado el mechero. Pero recurrir sin complejos únicamente al uso de la fuerza policial, con gases lacrimógenos, cañones de agua y balas de goma y el control exhaustivo de las redes sociales, es coger el rábano por las hojas. Es cerrar los ojos ante la realidad de que millones de ciudadanos británicos están excluidos de los restos del Estado del Bienestar.
Quienes han salido a las calles de los barrios del extrarradio son quienes han padecido más crudamente los recortes en servicios sociales que comenzaron con Margaret Thatcher, siguieron con John Major, Tony Blair y Gordon Brown y se mantienen con David Cameron. Son quienes han sufrido el deterioro de las escuelas públicas y quienes cuando logran un trabajo es tan precario y tan mal pagado que no les llega para pagar el alquiler, el transporte y tomarse una pinta de vez en cuando. Son personas que viven en barrios en los que los pocos centros sociales que realizaban actividades han tenido que ir cerrando sus puertas debido al recorte de ayudas públicas.
Optar por la contundencia policial en vez de solucionar los problemas sociales de millones de británicos no parece la mejor postura. Puede que Cameron logre pacificar las calles, pero seguro que más pronto que tarde habrá nuevas protestas.