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METEOROS: DE las pequeñas lágrimas al gigante vesta

Los aficionados a la astronomía están pendientes estos días de la lluvia de estrellas más espectacular que se observa cada año en el hemisferio norte: las Lágrimas de San Lorenzo. Mientras, la NASA tiene en su punto de mira un objetivo mucho más grande: Vesta.

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Txisko FERNÁNDEZ

Las partículas que provocan el llamativo espectáculo conocido como Lágrimas de San Lorenzo son minúsculas. La mayoría de estas estrellas fugaces son originadas por motas de polvo que al entrar en la atmósfera que rodea a nuestro planeta se calientan, se funden y vaporizan dejando ese rastro de luz que seduce a tantas personas, no sólo a las aficionadas a la astronomía. El fenómeno será menos vistoso este año, ya que su periodo de máximo apogeo, entre el 10 y el 13 de agosto, viene marcado por la luna llena, cuya luminosidad restará brillo a las Perseidas.

El director del Planetario de Iruñea, Javier Armentia, explica, en declaraciones a la agencia Europa Press, que durante la noche de mañana -la que transcurre del viernes al sábado-, cuando la lluvia de meteoros llegue a su máxima actividad, los más brillantes se podrán ver «sin problemas», mientras que los más débiles «se verán, pero no con tanta intensidad como otros años», ya que la luna llena «dará mayor claridad al cielo». No obstante, anima a la gente a acudir a lugares lejos del paisaje urbano a observar el cielo a partir de las once de la noche.

Aunque éste sea el momento más propicio para contemplar las Lágrimas de San Lorenzo a simple vista, las Perseidas entran en nuestra atmósfera durante un periodo más amplio, aproximadamente desde el 17 de julio hasta el 24 de agosto. Y tenemos una cita con ellas cada doce meses porque una vez al año la Tierra, en su órbita alrededor del Sol, se encuentra con la estela de partículas que el cometa 109P/Swift-Tuttle deja a su paso por el exterior del sistema solar. Este cuerpo celeste sólo pasa por nuestro sistema estelar cada 135 años; la última vez lo hizo en 1992, por lo que su próxima visita está calculada para 2126.

Este cometa -descubierto por Lewis Swift y Horace Parnell Tuttle en las noches del verano de 1862- tiene un diámetro de 9,7 kilómetros. Si llegara a colisionar con la Tierra, provocaría un cataclismo similar al que, según estudios científicos, provocó el meteorito que contribuyó a la desaparición de los dinosaurios. Pero quienes han dedicado tiempo a profundizar en esa hipótesis concluyen que ese impacto es más que improbable, al menos, durante el próximo milenio.

Cuna de meteoritos

Meteoritos propiamente dichos son aquellos cuerpos celestes que, tras atravesar la atmósfera, impactan contra la superficie de la Tierra. Muchos de ellos provienen de Vesta, el más brillante de los que componen el cinturón principal de asteroides que se localiza, aproximadamente, entre las órbitas de Marte y Júpiter. Las dimensiones de Vesta poco tienen que ver con las de las minúsculas Lágrimas de San Lorenzo e, incluso, el Swift-Tuttle queda reducido a simple «pedrusco» si lo comparamos con los 530 kilómetros que alcanza su diámetro principal.

La hipótesis que más consenso ha alcanzado entre los astrónomos indica que hace cerca de mil millones de años Vesta sufrió el impacto de otro cuerpo estelar, lo que provocó que se desprendiera un 1% de su masa. Estos fragmentos dieron lugar a otros asteroides, algunos de ellos relativamente próximos a la Tierra. Ese choque también provocó un enorme cráter en su superficie.

Para conocer más detalles sobre la formación y composición de ese cinturón de asteroides, el 27 de setiembre de 2007 la NASA lanzó la sonda espacial Dawn, que hace unos días comenzó a enviar las primeras fotografías de la superficie de Vesta, sobre el que tiene previsto permanecer orbitando durante diez meses a partir de hoy mismo. Como informó la agencia espacial estadounidense el pasado lunes desde su sede en Pasadena (California), Dawn se ha situado a unos 2.700 kilómetros de la superficie de este asteroide que completa un giro sobre su eje cada cinco horas y veinte minutos.

«Ahora que estamos en órbita alrededor de uno de los últimos mundos inexplorados del sistema solar interior, podemos confirmar que es un lugar único y fascinante», comentó al ver las imágenes Marc Rayman, ingeniero jefe del programa Dawn y director de la misión en el Laboratorio de Propulsión a Chorro en Pasadena.

Tras recorrer 2.800 millones de kilómetros durante estos últimos cuatro años, Dawn ha sido capturada por la gravedad de Vesta. Ahora, tanto el asteroide como su nuevo vecino de origen terrícola se encuentran a unos 184 millones de kilómetros de distancia de nuestro planeta.

Ya sea para azuzar una seria polémica o para atraer la atención mediática, resultan más llamativas las declaraciones de Chris Russell, investigador principal del programa Dawn en la UCLA: «Hemos estado llamando a Vesta al más pequeño de los planetas terrestres. Las últimas imágenes proporcionan una justificación más para nuestras expectativas. Demuestran que hubo una variedad de procesos que intervinieron en la formación de la superficie de Vesta y ofrecen amplias pruebas para las aspiraciones de reconocer a Vesta como planeta».

Se denomina planeta terrestre, o planeta rocoso, a aquellos que están formados principalmente por silicatos, para diferenciarlos de aquellos compuestos en su mayor parte por gases. En el sistema solar, los terrestres son, además del que habitamos, Mercurio, Venus y Marte; también se suele incluir en esta clasificación, como planeta enano, a Ceres, otro asteroide al que tiene previsto dirigirse la sonda Dawn tras su estancia en la órbita de Vesta.

El origen de la vida

La gran incógnita que todavía no ha sido descifrada es la del origen de la vida en nuestro planeta... o fuera de él. No se trata de especular sobre si existe vida más allá de la Tierra, sino de dilucidar dónde se crearon los elementos que dieron lugar a los primeros seres vivos que nos precedieron en la ya larga cadena de la evolución.

Pues, precisamente, los meteoritos contienen un registro de las sustancias químicas que existía en los inicios del sistema solar, y estas sustancias podrían haber sido una fuente fundamental de los compuestos orgánicos que dieron origen a la vida en la Tierra, según se desprende de una investigación publicada esta misma semana en «Proceedings of the National Academy of Sciences», de EEUU.

Como recogía la agencia France-Presse, desde la década de los años 60, la comunidad científica ha ido detectando en los meteoritos elementos claves en la composición del ADN, pero los investigadores no estaban seguros de si éstos se habían creado en el espacio o si eran el resultado de una contaminación al entrar en contacto con la vida tras impactar en nuestros planeta.

Este nuevo estudio ha sido realizado por un equipo de investigación del Geophysical Laboratory de la Carnegie Institution de Washington, dirigido por Jim Cleaves, que ha utilizado técnicas de espectroscopia avanzada para purificar y analizar muestras de once condritas carbonáceas diferentes y una ureilita, un tipo muy raro de meteorito con una composición química diferente.

Dos de las condritas carbonáceas contenían una gran variedad de bases nitrogenadas y compuestos estructuralmente similares. Resultó especialmente notable el hecho de que tres de estos análogos de bases nitrogenadas sean muy raros en la biología terrestre. Es más, no se encontraron concentraciones significativas de estas bases en las muestras de suelo y de hielo de las zonas donde los meteoritos fueron recogidos.

Cleaves destacó que «el hallazgo de compuestos de bases nitrogenadas que no se encuentran normalmente en la bioquímica de la Tierra apoya su origen extraterrestre».

Estos resultados pueden tener implicaciones de largo alcance: que las primeras formas de vida en la Tierra se habrían originado a partir de materiales transportados por meteoritos. Es decir, que aumenta considerablemente el número de indicios que apuntan a que las reacciones químicas en el interior de los meteoritos y de los cometas pueden producir los elementos de las moléculas biológicas (proteínas, aminoácidos, carbohidratos...), siempre según los autores del citado estudio. «Esto nos muestra que los meteoritos pueden haber sido los kits de herramientas moleculares que proporcionaron los elementos esenciales para la vida en la Tierra», añadió Cleaves.

Quienes quieran profundizar en el conocimiento de estos astros, y en sus misterios todavía por desentrañar, se pueden acercar, por ejemplo, al Planetario de Iruñea durante la jornada del viernes o a Larretxea, en el Dominio de Abbadia, en Hendaia, donde hasta el 1 de octubre permanecerá la exposición «Meteoritoak-Meteoritos-Météorites» organizada por Luberri y Aranzadi.

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