GARA > Idatzia > Kultura

Al punto

Carlos GIL
Analista cultural

Decir al punto y que te comprenda la camarera, el asador y la concurrencia, es como hacer un chasquido con los dedos y que suene milagrosamente la serenata nocturna de Mozart en una heladería de paseo marítimo. Un entrecot al punto o una lubina a la espalda forman parte de nuestro lenguaje telúrico, una suerte de iniciación a los preceptos de una retórica de los sentidos convertida en una forma de mercado de ocasiones. Si les unimos los lugares comunes de esa falsa poética de los gustos y retrogustos en que se ha convertido el vino con pedigrí escanciado con ceremoniales de sabiduría conventual, nos situamos en el pantalán de las naves estigmatizadas que salen a luchar contra los elementos.

Un tinto de verano solamente soporta una música del botellón de los éxitos de ventas. No ensucies a Sergei Prokofiev con una ensalada encharcada en vinagres de latas de conservas, ni pretendas que una paella recalentada pueda inspirarte algo más que una bocanada de aburrimiento y una siesta del carnero con final infeliz. Un arroz pasado es como una sinfonía silbada por ornitorrincos en hilarante fiesta de final de campamento. Un poema, en su punto, es un manjar para las emociones, una tormenta de imágenes, de sentimientos que conforman una idea de la vida y la muerte. Esa voz rasgada que rompe la noche con sus jipíos llega al punto solamente en nuestro escrutinio de la existencia liviana. Lo mismo que las grandes pinturas, buscan el punto en nuestra interpretación de sus tonalidades cromáticas o la bailarina sustenta el tiempo en un punto físico y el actor en un punto y coma. Aquí hemos llegado al punto final.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo