En una serie de ataques coordinados de comandos infiltrados en el sur del territorio israelí, los más duros de los últimos años, al menos siete ciudadanos resultaron muertos y decenas heridos. Varios atacantes fueron, a su vez, abatidos, e inmediatamente se recrudecieron los bombardeos -ya de por sí diarios- sobre Gaza, con un saldo de varios palestinos muertos que puede incrementarse en las próximas horas. Israel se apresuró a señalar a Hamas como responsable del ataque y ha prometido una respuesta que, dada la situación interna -con una protesta social sin precedentes inspirada en la ola de indignación que recorre Europa- y una diplomacia recalentada -que apunta a que dos tercios de la Asamblea General de la ONU reconocerá el próximo mes al Estado palestino-, puede ser despiadada, derivar en una nueva guerra y servir de cortina de humo en esta difícil coyuntura.

Tras la caída del «faraón» Mubarak, el sur de Israel está que arde. Intercambio de fuego en el frente norte, en la frontera con Líbano; guerra no declarada y no convencional contra Gaza; colonización militar de Cisjordania. Dicen que quien anda con fuego se acaba quemando. Quien anda con muchos fuegos puede terminar consumiéndose.